miércoles, 11 de febrero de 2015

Abrí los ojos asustada. Se oían voces en casa y yo estaba más sola que la una. Me tapé la cabeza con el edredón de Miky Mause. Pensé, aterrorizada, que venían a matarme... Un momento ¿por qué a mi? Quién tiene dinero es la abuela. Decidí levantarme y explicarle las cosas al asesino a sueldo. Pero tenía que ser rápida y no titubear porque entonces estaría perdida. A un sicario le molesta que su víctima lloriquee. Podría ablandársele el corazón y entonces se le acabaría el negocio... Vale, sin llorar ni titubear.... Ay, me temblaban las piernas, parecían de mantequilla.... Valor, me decía a mi misma. Entonces pensé en Pascualita, mi arma secreta. Solo tenía que llegar hasta el acuario que está en la salita... Me acerqué con cautela. Tenía los nervios en tensión. El oído alerta... eso fue lo que me ayudó a discernir que la voz venía ¡de la salita!

¡Que mala pata!Estaba desarmada frente a un criminal de la peor calaña. Me mataría... lo que me preocupaba era saber cómo lo haría: hay tantos modos, basta ver los telediarios para aprender cada día técnicas nuevas... Ay, ay, ay, estaba perdida. Escuché la conversación para ver si encontraba alguna información ¡Y vaya si la encontré! Era la Cotilla quién estaba hablando por mi teléfono.

Entré de golpe en la salita, gritando - ¡¡¡¿Por qué quiere matarme?!!! - La Cotilla dio tal salto que por poco se le caen las bragas al suelo...Tuve que calmarla a base de lingotazos de chinchón. - ¿Qué hacía gastando mi teléfono? -Hablar. Es gratis. - Mientras hable con el mío, si... para usted. - He llamado a un montón de gente porque esta tarde, vamos de manifestación. - ¿Contra quién? - Contra Sanidad y la ruleta rusa que han montado a costa de los enfermos de hepatitis C. Llamamos a la abuela después de desayunar.

Se presentó en casa como su ya olvidada menstruación ¡de rojo total! - "Vamos a cantarles las cuarenta al Lucero del Alba" y se encerró en la salita, con llave. - ¿Qué le pasa a ésta? (me preguntó la Cotilla) Y aunque yo tenía una ligera idea, no le pude decir nada. Un ratito después, la abuela salí con el termo de los chinos colgado al cuello y forrado, como no, de rojo. - "¡Vámonos!" 

Al llegar a la calle, recordamos que la manifestación era por la tarde pero la abuela, una vez en marcha, no quería retroceder - Hicimos un tour por todos los edificios oficiales de la Ciudad. En cuanto decía que era la Señora de... nos abrían las puertas de los grandes despachos, cosa que aprovechaba para soltar su discurso, aderezado con palabras como: falta de sensibilidad, muerte, dolor, espanto, asesinato, irresponsabilidad, ruleta rusa... volvían a abrirse las puertas y nos echaban.

En alguna ocasión fuimos nosotras quienes las abrimos, de prisa y corriendo. Pascualita, llevada por los gritos de la abuela, entendía que era atacada y saltaba a la cara del que estaba a tiro. Era un modo infalible para que se les bajaran lo humos a los jefecillos. Los dejamos  preparados para que escucharan con mucha atención, a los enfermos que los visitarían por la tarde.

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