lunes, 19 de enero de 2015

Sigo en la Torre del Paseo Marítimo. La abuela sigue igual de lacerada y tan impertinente como siempre. Cuando su marido ha salido por la puerta, ha mando al mayordomo a llamarme - Madame querer que you ir a verlau. - Dile que iré en cuanto me termine el desayuno que me has preparado, Jorgito. - Madame enfadarse. - Así estará entretenida. - Yo no decirle nada. Ella tirar zapatou cabeza. - Que miedica eres, Unitetillo. No sé como pudisteis conquistar un Imperio si todos tus paisanos eran como tú... Anda, házme otro sandwich de los tuyos.

Los nietos están locos por ir a casa de sus abuelos y éstos por recibirlos. Para todos es una fiesta ¿por qué no iba a ser lo mismo para mí?... Pues no lo fue. El zapato que, se supone, tenía que recibir Geooorge, me dio en plena cara. Y eso que yo acudí a su habitación gritando ¡Ya voy, abuelitaaaaaaaaaaaaa!  Cuando me recuperé un poco y comprobé que no me faltaba ningún diente, me enfrenté a ella: - ¿No has oído que la que venía era yo? - "Por eso he tirado el zapato ¡Hace una hora que te espero en el lecho del dolor!" - Para dolor el mío ¿Tenías que tirarme un stiletto en lugar de una zapatilla?

Luego me explicó que quería comentar conmigo una noticia aparecida en la prensa. Cogió el periódico y cuando la encontró empezó a darle manotazos a la hoja - "¿Dime si no hay para darle de tortas hasta que diga basta? ¡Dímelo! ¡¡¡Dímeloooooo!!!" - Con tanto jaleo yo no sabía qué mirar - "¡Aquí, que pareces tonta!" - Leí: el vice primer ministro turco, Fulano de tal, ha dicho... - "¡Y se ha quedado tan ancho el tipo ese!" - ... que una mujer ría en público... - "¡Que me lo dejen a mi un ratito!" - Calma, abuela, que te va a dar algo (dije mientras me tocaba la hinchazón de la cara) - "¡Sigue!" - ... es una afrenta a la moral islámica... Abuela, esto es un chiste. - "¿Un chiste? ¿y dónde le ves la gracia, alma de cántaro? ¡Valiente Juanlanas es el tal vice!... ¡Trae el chinchón!"

Pascualita daba vueltas en la pecera que había sobre la mesita de noche y al oír los gritos, salió como una flecha soltando,a la vez, un chorrito de agua envenenada que, afortunadamente, no me dió. Pero si a Andresito que acababa de llegar y pasaba a ver a su mujer, asustado al oír sus gritos. La que se lió fue gorda. El abuelito corría por los largos pasillos de su casa, gritando y pataleando, llorando a moco tendido y con un ojo que cada vez se hinchaba más y más.

Geooooorge corría tras él para ayudarlo. Cuando me vio asomada a la puerta del cuarto de la abuela preguntó, sofocado - ¡¿Qué... pa... sar?! - Creo que le ha picado una avispa. - Hacer... frío... No ... avis... pas. - ¿Qué sabrás tú de las costumbres de las abejas española? (le solté la tercera vez que pasó por mi lado en pos del abuelito)

Por fin, agotado, Andresito se paró. Entonces le amorré la botella de chinchón y le dije: - Bebe hasta que no te duela. - Mientras me estaba haciendo caso llegó la Cotilla - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¿Pero qué hace éste hombre? ¡Quítale la botella que se la termina!.- Tenía razón. Y se la quité. 

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