sábado, 3 de enero de 2015

Nunca pensó Geooorge, cuando la abuela le anunció que íbamos a su tierra, que iba a recibir tantas broncas juntas. En el mismo Albert Doc lo puso a caldo - "¡¿Quiéres decir que ésto es solo es un muelle muy bien aprovechado por comerciantes, hoteleros y demás fauna adicta a la libra esterlina?!... ¿Y para eso me he vestido con glamour? ¿Para que me contemplen ¡tenderos!? ... ¡La madre que te parió, Unitetillo! cuando acabe contigo tendrás que tomar el té con pajita"

La casa donde nos hospedamos era inglesa cien por cien... y con fantasma. Por eso la cobraron más cara Había cuatro pisos que subir y bajar constantemente. Pensamos que los ingleses lo habían echo así para fortalecer las piernas. Y bien que se nos fortalecieron, Geooorge pudo dar fe de ello cuando la abuela le dio una patada en la espinilla después de visitar a la Reina Victoria.

Estaba tan pesada con visitar a la Reina que el inglés, que huele a goma de lo pelota que es con ella, le sugirió: - Madame... la Reina Isabel no here. Estar en London. - "¿London? ¿Qué es eso?" - The capital, madame. - "¡Ah, sí! Donde Mary Popins. Ya decía que me sonaban las chimeneas de las casas" -  Aquí estar Reina Victoria... - "¿Y qué esperamos para ir a tomar el té? ¡Saca mi visón, la mini falda escocesa que me he comprado para seducir a Andresito, las botas altas de charol rojo... el bolso a juego y el sombrerito de colegiala de pago con plumita negra a un lado... Tengo que dejar boquiabiertas a las damas de la Corte."

El inglés intentó decir algo pero la abuela, excitada, se lo quitó de encima de un empujón. Una hora después, el rolls royce aparcó en la acera de la plaza en la que se alzan dos estatuas ecuestres de la Reina Victoria y su marido, el Príncipe Alberto.- "Que buenas ideas tienen los ingleses ricos poniendo su estatua delante de su casa para que los invitados no se pierdan. ¡Vamos!" - Cuando su asustado mayordomo le dijo que eso era todo lo que iba a ver porque la reina llevaba muchos años criando malvas, no le dio tiempo a evitar la patada. Estaba tan enfadada que prefirió andar hasta casa. Menos mal porque, durante el camino recibió sonoros silbidos y frases de admiración que no entendió, de muchos de los hombres con los que se cruzó. Estaba feliz al entrar en casa, aunque a mi me había sonado groseros.

La Cotilla estaba acurrucada en el sofá de la sala, con el miedo pintado en el rostro - Cualquiera diría que ha visto un fantasma (le dije con guasa) - Eso es ... lo que estoy... viendo. Allí, en los... cristales de la... ventana. ¡Dádme chinchón! - Miramos todos y, en efecto, allí había un transparente rostro demoníaco. Gritamos de miedo y yo corrí a buscar a Pascualita para que nos protegiera pero la sirena no estaba por la labor. Seguía convaleciente. Al tirarse al agua en el Albert Doc no sabía que era agua de río y por poco se nos queda en el sitio.

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