jueves, 15 de enero de 2015

A la abuela le ha dado ahora por las pelucas y por lo visto se ha comprado unas cuantas. Dice que lo que se gasta en comprarlas se lo ahorra en peluquería. Además, puede conjuntar los colores con la ropa que lleve y estar así más elegante que la Presley que, al fin y al cabo, siempre lleva coleta.

Hoy ha venido envuelta en un chaquetón de piel de pelos largos. - "Es de mono" ( me ha dicho para ilustrarme) - Si te tiran cacahuetes por la calle, recógelos (ha dicho la Cotilla) Los meteré en cucuruchos y los venderé a la puerta de los cines.

La abuela lleva una melena larga, ondulada y rubia platino. Como para pasar inadvertida. - Menudo cambio de imagen. - "¿No te recuerdo a nadie?" - Sí. A mi abuela. - "¡Eres una cazurra más grande que la Catedral! Piensa un poco que, ni es pecado ni delito... de momento" - Es que... no sé... ¿No puedes decirme a quién crees tú que te pareces, en vez de que yo tenga que hacer un esfuerzo? - "¡Eres imposible!... A ver, Cotilla, tú ¿qué dices?" - Que si te tiran muchos, también puedo venderlos a la puerta de los Juzgados que estos días echan humo con tanta visita de corruptos e imputados... - "¡Otra que solo piensa en lo suyo!... ¡Soy Anita Ekberg en La dolçe vita!"

Tanto la vecina como yo, estábamos asombradas. Anita Ekberg... nunca lo hubiéramos dicho. - Creo recordar que era una mujer muy exhuberante (la Cotilla empezaba a meter el dedo en la llaga) - He visto la foto de su baño en la Fontana de Trevi y tenía un pecho que le llegaba de aquí, allí ¡y no exagero! (dije yo, hundiéndo el dedo hasta el fondo. Y claro, la abuela estalló)

- "¿Qué quieres decir con eso, boba de Coria?... ¿qué no estoy bien echa?... " - Nunca se me ocurriría decir una cosa así, abuela. - Por la cuenta que te tiene jejejejejeje (pinchó la Cotilla) - Por otra parte... como el abuelito no se parece a Marcelo Mastroiani... pues... ¡PLAF! (me llegó el pezcozón)

Enfadada, fui a ver a Pascualita que estaba sentada en el borde del acuario aprovechando un rayo de sol para calentarse. Le conté lo que me había echo la abuela - Ya chochea ¿Mira que decir que se parece a la Ekberg? - Por lo visto, mi cháchara le dio dolor de cabeza porque se sumergió y al salir, me tiró un chorrito de agua envenenada ¿Pero es que no voy a poder hablar con nadie?... Afortunadamente, no me dio. Pero yo no estaba dispuesta a aguantarla más. Así que, ayudada por el guante de acero, me la llevé a la salita. Y mientras la abuela y la Cotilla despellejaban a alguien, la oculté en la melena rubia y dejé que actuara su instinto... Unos minutos después, la melena de Anita Ekberg se había convertido en un estropajo. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario