viernes, 24 de octubre de 2014

- "Hola, nena... ¿eres tú?" - La abuela ha llegado pronto a casa. Traía la cara desencajada. No se sentía segura, me dijo. - ¿Hasta qué hora estuviste ayer en El Funeral? - "Nos fuimos pronto a casa" - ¿Pronto es temprano, o sea, de madrugada? - "Que va. A las 10 ya estábamos de vuelta" - ¿Quién se puso enfermo... Andresito? - "No... Es que no sé si es él" - ¿Si es él... quién? - "Andresito, coñe" - Abuela ¿quieres un chinchón?

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! Vaya cara que tienes... ¿Qué te ha echo tu nieta? - La abuela miró a su amiga con aprensión. - "¿Quién eres?" - ¿Está borracha? (me preguntó la vecina) - O eso o le ha dado un aire. Lleva así desde que ha llegado. - Entonces la Cotilla hizo lo que solemos hacer todos cuando alguien no está como siempre. Le habló despacio y gritando: - ¡¿Qué - te - pa- sa?! - "No se si sois quién decir ser... Desde que me he enterado de lo de Francisco Nicolás no me llega la camisa al cuerpo" - ¿Se- ha - mu - er - to? - "¿Quién?" - El - Ni - co - lás - ese. - "¿Esta es la Cotilla? (me preguntó) ¿por qué habla así? (se levantó de un salto y gritó) ¡Es el pequeño Nicolás!"

Nos costó mucho hacerla entrar en razón. Luego nos contó que desde que se enteró de las hazañas del jodío chico, le entró el síndrome de que suplantaba a todos cuantos ella conocía. Por eso se fueron pronto de El Funeral, porque hasta su amiga Conchi le pareció el Nicolás de las narices disfrazado. Y por eso también, mandó a Andresito a dormir con su madre por si era el repelente Nicolás. - "Si voy a tener una aventura amorosa quiero saber con quién"


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