miércoles, 29 de octubre de 2014

Andresito llegó a casa en taxi, cosa que me extrañó - ¿Por qué no te ha traído Geooorge? (le pregunté pero la Cotilla fue más rápido que él y apostilló) - Porque es rico y le gusta tirar el dinero. Yo tengo una pregunta mejor ¿dónde está la paella? - Mi abuelito estaba un poco nervioso. - He pensado que venir en el rolls royce levantaría sospechas... Y la paella la trerán a las dos.

La Cotilla y yo nos miramos, asombradas - ¿Sospechas? ¿A quién? La policía y los chófers de autobús están tan acostumbrados a verlo aquí, sobre todo aparcado en la parada del bus, que ya ni lo miran. Ponen multa tras multa y se van. - A partir de ahora seré tu abuelo jubilado del pueblo... - ¿Qué pueblo? - No sé... ¿Biniali?... Cas Concos?... Rubert... ¿Cúal prefieres? - Yo que sé. El de pueblo eres tu. - Andresito, ya eres mayor para saber dónde naciste... ¿no serás inclusero? (dijo la Cotilla) - Es que quiero pasar lo más inadvertido posible, por lo menos hasta que la fiebre de las redadas se calme. - Entonces no tienes la conciencia tranquila (la vecina puso la sonrisa del malo de la película y quedó pensativa)

Cuando el abuelito vio la mesa preparada para comer dijo que aquello era un horror. Todo era chavacano. Los cubiertos estaban mal colocados, las servilletas ¿el rollo de papel? - ¿No tienes ningun vaso igual? - Claro que sí pero para tres que somos y de confianza, no pensaba andarme con remilgos. - El pan se pone en una cestita. El vino se decanta... - ¡Pero si es don Simón! - ¡No importa quién sea. Aprende a hacer las cosas bien!

Ya me estaba arrepintiendo de haber acogido al abuelito en casa. - En cuanto nos metimos la primera cucharada de arroz en la boca, la Cotilla y yo empezamos a hablar - ¡Pero qué mala educación hay en ésta casa! Cuando se come no se habla. - Nos quedamos mudas por la sorpresa. Entonces me enfadé - Oye, que no somos parvulitos y siempre hemos hablado en la mesa... - Desde hoy, se acabó. Debes aprender buenos modales y nunca es tarde para ello.  

Después de la siesta, eso sí que nos lo permitió, entré en el cuarto de baño. Estaba lleno de frascos de colonias, lociones, cremas, pastillas... No había sitio para mis cosas. - Abuelito, tendrás que dejar todo eso en tu habitación. El baño es pequeño y nos toca compartir. - No estoy acostumbrado a eso... - Ni yo a ver pastillas azules en mi casa - Se puso colorado, colorado - Si la abuela no está aquí ¿para qué las quieres? - No... recuerdo haberlas... cogido. - ¡Pues andando no vienen! jejejejejejeje Vamos a hacer una cosa, Andresito (dijo la Cotilla) Como no llego a fin de mes, me las llevo y las vendo... y no le decimos nada a tu mujer ¿Vale?. - Quedó mohíno pero lo aceptó.

Por la tarde el abuelito salió a la compra y volvió cargado de aceitunas, lo menos 20 kilos. - Me entretendré aliñándolas y guardándolas en botes. He visto que tienes muchos - Un rato después me llamó desde la cocina - ¡Nenaaaaaa! ¿Crees que las hierbas de este barrilito servirán para las aceitunas? - De un salto me planté delante de él. El fregadero estaba lleno de agua, arena y algas flotando. - ¿Tienes un desatascador? - En la despensa. - Mientras él iba a buscarlo, se me encendió la bombilla. Metí la mano hacia el desagüe y lo desatasqué con solo tirar hacia arriba de la cola de Pascualita. Gracias a que ha ganado unos gramos no se ha ido cañerías abajo. - ¡Ya está, abuelito! (le grité mientras escondía a la sirena camuflada entre los plátanos del frutero)

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