viernes, 5 de septiembre de 2014

La Cotilla tiene las manos en remojo con agua y sal de las agujetas que le han salido por tirarse horas "tocando" las castañuelas. Voy a ver si consigo que se pase el día cantando y se queda afónica una semana. - La Seguridad Social tendría que indemnizarme porque, ahora mismo estoy de baja laboral. - ¿No me diga que está asegurada todavía? - Ese "todavía" sobra. Si no me tienen asegurada es cosa de los políticos, porque yo voy todos los días a trabajar. - A "limpiar" cepillos querrá decir... Si es que, aunque fuese mucho más joven, con ese trabajo no la asegurarían... La mandarían a hacer compañía a la ex Presidenta Munar, por lo menos... ¿Y digo yo. No le gusta cantar? Creo recordar que tiene muy buena voz, sobre todo cuando canta ópera. - ¿A sí? ¡vaya! ¿Estás segura de lo que dices?... Entonces ya tengo trabajo asegurado. Ahora mismo voy a la iglesia a que me contraten para cantar allí... ¿ópera es lo mismo que gregoriano? - Saliendo de su garganta, sí.

Me he duchado y he metido a Pascualita en la pecera para que viera como se hace y me imita porque ella está todo el día en remojo, sí, pero lo que es lavarse no la he visto hacerlo nunca. Ahora no tendrá excusa porque habrá visto como se hace.

No se ha perdido detalle sentada en el borde de la pecera. Cuando me lavaba la cabeza me ha imitado levantando los brazos y frotando su pelo-alga estropajoso. Así que le he puesto un poquito de espuma en las manos. En lugar de usarla se la ha comido - ¡No, no, Pascualita! No se come. Se hace así. - Entonces ha saltado sobre mi cabeza y vaya si ha frotado. Me ha clavado las uñas, los dientes. Me ha dado tirones, ha arrancado mechones de pelo. He gritado, llorado. He intentado cogerla poniéndome delante del espejo del lavabo pero es muy rápida. Como un molinete a tope. Además, muerde todo lo que se le pone por delante, mis dedos inclusive. Solo ha parado cuando le ha entrado hipo.

De su boca, con cada hipo, salía una pompa de jabón. Su cara inexpresiva iba cambiando de color pasando del blanco amoratado de ahogado al verde, en todas sus gamas, después al gris, vuelta al morado y luego cayó a plomo al wáter, que tenía la tapa abierta. Yo iba llena de jabón porque con el ataque de la sirena no había podido enjuagarme y a penas veía. Los ojos me escocían horrores, patinaba peligrosamente dando tumbos contra las paredes y buscando a tientas un grifo. Me agarré a una toalla y me caí.  Me levanté apoyándome en... ¿el depósito del agua? Sí, porque toqué el pulsador y oí la descarga. Finalmente dí con el grifo del lavabo y pude aclararme la cara. Busqué a Pascualita y no la vi. - ¡Ay, que se ha ido por el desagüe!

Pero no. A pesar de estar a punto de entrar en coma por culpa del jabón y del agua potable, había podido agarrarse a la toalla caída para no ser arrastrada por la corriente. La cogí y estuve tentada de tirarle de los pelos en plan revancha pero las pompas de jabón que seguía sacando me hicieron reaccionar. Le dí un poco de bicarbonato mezclado con zumo de limón y agua de mar para que vomitara y la dejé en el lavabo un rato. Luego la metí en el jarrón chino y aprovechamos la Vuelta a España para dormir una buena siesta.

La Cotilla vino tarde. Entró sin anunciarse como hace siempre y me mostró un papel escrito que decía: Estoy afónica por tu culpa y encima, no me han contratado ¡gilipollas!

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