lunes, 1 de septiembre de 2014

La Cotilla estaba de los nervios - ¡¿Pero por qué no se va éste tío?! Lleva desde anoche sentado en la escalera. - Dele lo suyo. - ¿Por qué es suyo? ¿Por que él lo dice? ¡Pues es mío! - Cotilla, las dos sabemos que el hombre lleva razón: los sonotones son suyos... - Con esa actitud que tienes ante la vida no te casarás nunca. Te rindes a las primeras de cambio.

A media mañana mis nervios estaban tensos como cuerdas de violín. Me moría de ganas de tirar a la vecina por la ventana y antes de cometer un vecinocídio preferí llamar a la abuela y contarle lo que pasaba. - ¡Ven y convéncela! - "Tengo cosas más importantes que hacer..." - ¡¡¡Abuela!!!

Dos horas después llegó a casa con cara de pocos amigos - "¡Maldito inglés! No quiere llevarme donde le pido ¡Ha empezado la revolución proletaria! Ya podrías haber esperado a mañana, jodío - ¿Qué pasa Uniteillo? - Madame querer comprar dog. Yo decir nou.- ¿Un dog?... ¿Qué es eso?... el caso es que me suena. - Un dog ser... un dog. - "¡No se dice dog, alma de cántaro, sino perro... Mírame la boca. P E R R O ¿has visto que fácil? - ¿Vas a comprar un perro? Te recuerdo que tienes aquí un conejo. Puedes ponerle un collar y llevártelo de paseo. - "¿Cuándo has visto a alguien pasear un conejo por la calle?" - Nunca. Y eso le da más valor al asunto. ¡Serás la primera señora  de la isla, sumamente atrevida y original, capaz de pasear un conejo como si fuera un perrito! ¡¡¡La primera de todas!!! ¿Te imaginas las envidias que despertarás entre las mujeres de tu clase? Hasta en el Hola te sacarán, paseando tu mascota por el Paseo Marítimo.

La abuela, que me había escuchado atentamente, se volvió hacia Geoooorge y la Cotilla, diciendo - "No creo que deba seguir entrenándose porque ya no se puede ser más tonta ¿verdad?" - Sin embargo insistí porque deseaba que se llevaran a Rabito de mi casa. - Si alguien se te adelanta no quiero que me eches nada en cara. Recuerda que yo te lo dije primero. - Vi un titubeo en los ojos del inglés. Sabía le gustaría tener al conejo con él. - ¿No crees que tengo razón, Geoooooorge? - Yes... yes... yes... Madame... (se cuadró ante la abuela) Sería encantadour... - "¿Siiiiiiiiiiiiii?..." - ¡Oooooooh. Yeeeeeeeeessssssssssssss!

Llevábamos veinte minutos oyendo el concierto de cláxones de la calle cuando la abuela, la Cotilla, Geooooorge y el conejo, se fueron. Al llegar a la entrada de la escalera, la vecina le entregó la cajita con los sonotones a su legítimo dueño que se los puso en seguida. Pascualita y yo estábamos asomadas al balcón viendo como se desarrollaban los acontecimientos.

Mientras el Unitetillo tomaba posesión del volante del rolls roice, la abuela se sentaba como si fuese la mismísima Reina de Saba, con el conejo en el bolso. En cuanto arrancaron, levantó el brazo saludando a los presentes. Fue muy aclamada, como siempre. La Cotilla salió corriendo de la entrada seguida por el sordo. Pensé que quería vengarse a pesar de haber recuperado lo que le robaron pero no fue eso lo que le escuché gritar entre el clamor que se había formado en la calle - ¡¡¡Quédeselos. Prefiero seguir sordoooooooooo!!!

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