sábado, 6 de septiembre de 2014

El timbre de la puerta ha sonado imperiosamente, así que no me he echo de rogar y ido a abrir lo más rápido que he podido - ¡¡¡Abuela!!! ¿Desde cuando llamas a la puerta? - "Desde que me he dado cuenta de que soy rica y me encanta que me las abran"  - Me miró de arriba abajo - "¿Aún estás sin vestir a éstas horas?" - Estaba remoloneando en la cama con Rabito. - "¿Quién es ese? ¿Tenemos posibilidades con él?" - Depende para qué lo quieras. - "¿Te suena la palabra bisnieto?" - Me dio un ataque de risa.

- "No me puedo creer que pierdas el tiempo en la cama con un conejo ¡A quién has salido tú, alma de cántaro!" - Como la cosa tomaba mal cariz decidí dar un giro a la conversación. - ¿Por qué no ha venido el abuelito contigo? - "Pasará mucho tiempo hasta que nos veas juntos otra vez. Está castigado" - ¿El abuelito? ... ¿qué ha echo? - "Darme un ultimátum. Me dijo: o el perro, o yo" - ¡Vaya! - "No puede ni ver a Onofre. Y eso son manías de viejo. No debí casarme con alguien tan mayor" (se puso melodramática) - ¿Pasó algo entre el perro y él? - "Onofre rompió el orinal decimonónico que iba a ser parte de la herencia de su madre ¡Pero no lo hizo queriendo!" - ¿Eso quiere decir que "alguien" se lo ordenó? -"No sé a qué viene eso"

Entonces la abuela se acercó hasta la foto de Andresito que tengo en casa y la puso al revés. - "Así están todas sus fotos en casa ahora... Hasta que corrija su postura" - ¿La postura de las fotos? - "La de su forma de ser, boba de Coria" - Miró hacia el jarrón chino y se alarmó al no ver a Pascualita. - "¿No la habrás castigado?" - Se ha castigado sola porque por poco la palma. Está comatosa. - Me dio tal empujón al abalanzarse sobre el jarrón que caímos al suelo él y yo.

Litros de agua de mar se metieron por todos los rincones. Yo quedé empapada y llena de algas. Busqué a Pascualita bajó los sofás y las sillas... - ¡Búscala, abuela! - ... el cantarano,.. hasta que la vi, arrastrada por la ola, camino del balcón abierto de par en par. Me tiré en plancha y me estampé contra los barrotes mientras un río salino caí a la calle en cascada. Conseguí coger a la sirena por los pelo-algas, en el último segundo pero no pude hacer nada por Bedulio que, en esos momentos hacía la ronda por la acera de casa.

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