jueves, 21 de agosto de 2014

La abuela entró como un elefante en una cacharrería en casa, cuando aún no se me habían despegado las legañas de los ojos - "¡Se va a enterar éste de quién soy yo!... ¿Aún no has echo café? ¡Lo tienes todo manga por hombro, así no hay quién te case!" - ¡Abuela! Tranquilízate. Baja a por ensaimadas mientras preparo el desayuno... - "¡No puedo desayunar! ¡Esto es muy grave. Vamos!" - ¿A comprar ensaimadas? - "¡¡¡A comprar leches!!!"

Llegamos al hospital y me temí lo peor, sobre todo viendo el acaloramiento de la abuela. Estaba fuera de sí. Decidí que lo mejor, en estos casos extremos, es animar a la familia directa, aunque no sabía si lo que la tenía en ese estado era la muerte de su marido, de su hijastro o de su mayordomo... O, ya puestos, de los tres. Pero haría todo cuanto estuviera en mi mano. - No te preocupes, abuela. Te ayudaré  elegir la mejor foto de Andresito para que la pongas en la pared de los Finados del Funeral. - Me miró con ojos desorbitados, como si no me entendiera mientras corríamos por los largos pasillos del Hospital, ella con sus stilettos de charol rojo que, me pareció, no era el mejor calzado ni el color que se esperaba de una viuda reciente... - Claro, que quizás era el Médico quién había pasado a mejor vida... - ¿Crees que dejarán que pongáis la foto de tu hijastro en esa pared? Lo digo porque el pobre era joven... - Ni siquiera me miró esta vez... Esto me desconcertaba... - Claro que si es Geo...oo..or...ge (ya no me quedaba aliento) no creo... que puedas poner... su foto,... además... era extranjero...

La abuela se paró en seco ante la puerta de la habitación del abuelito.- (Así que ha sido él. Pobrecito... Bueno, por lo menos no se lo han cargado entre la abuela y la Cotilla. Eso me reconforta pero..., al haber sido de muerte natural, no saldremos en la tele... ¡No me lo puedo creer!) Abuela ¿crees que son momentos de pintarte los labios de rojo pasión y llenarte las pestañas de rímel? - "Qué sabrás tú, boba de Coria. en la guerra y el amor, todo vale"

Entró en la habitación abriendo la puerta con tanta fuerza que rebotó contra la pared y vi al abuelito caerse de la cama al suelo. Corrí hacia él - ¡Estás vivo, estás vivo! - Por poco tiempo si me dan otro susto como éste (dijo con un hilo de voz desde debajo de la cama) - "¡Nos vamos a casa, mal hombre!" - ¿Eeeeeeh?

Al poco rato, los tres enfermos, salían por la puerta del Hospital con el aire marcial que les marcaba la abuela. Una enfermera corrió tras nosotros - ¡Perdonen pero no tienen el alta todavía! - La abuela se giró como movida por un resorte. Me recordó a Pascualita cuando saca los dientecitos de tiburón a pasear porque a ella se le movió toda la dentadura - La enfermera se paró - "¿Se llama Tina?" (su tono de voz no presagiaba nada bueno) - "¿Así que esta es la enfermera que te pone las inyecciones y no protestas? (dijo a su marido) - Sí, tiene unas manos de... ejem, ejem... (el brillo del colmillo de la abuela no le dejó acabar la frase) - "¡Tira para casa! ¡¡¡Los tres!!!"

En ese momento llegó un recadero con una tarta de una pastelería de postín y se acercó a la enfermera - ¿Conoce a Tina? - Soy yo. - La tarta es de parte de un paciente suyo, hum... ¡Andresito! Le envía ¡MUCHAS FELICIDADES! - Afortunadamente, la abuela no lo oyó porque estaba metiendo a sus "enfermos" a presión en un taxi - Abuela ¿y yo cómo vuelvo a casa? - "En el autobús, que para eso eres proletaria" - y cerró la puerta dando un portazo.

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