viernes, 1 de agosto de 2014

Era temprano cuando el barco ha atracado en el muelle de Palma. Venimos cansados, derrengados, somnolientos... y aún así no hemos dejado de admirar la maravillosa postal que muestra la Ciudad al viajero que vuelve. La Catedral, igual que un velero con las velas desplegadas como si quisiera partir a la aventura pero sin decidirse del todo a hacerlo, nos ha saludado como viene haciendo desde la remota Edad Media en que los hombres de entonces empezaron a elevar al cielo sus paredes.

Y me he sentido en casa. Como supongo que le pasa a Geoooorge cuando, al llegar a Londres busca con la mirada el Big ben. La mágica torre del reloj que vio volar a Peter Pan... Lo malo es que llevaba al lado a la Cotilla y junto a ella no hay romanticismo que valga. - A ver cuando se para este barco de las narices que llego tarde. - ¿Tiene hambre? - Espero que no se le haya ocurrido a nadie quitarme el trabajo en las iglesias porque si no va a correr la sangre (dijo, ansiosa) - ¡Jopé! Se acaba de pasar siete calles, Cotilla.

En cuanto se pudo salir se lió a empujones y patadas con todo el que se le puso por delante y cruzó la pasarela a todo correr mientras detrás suya volaban un montón de tacos y maldiciones. Nosotros volvimos a casa en el rolls royce y antes de subir compré una ensaimada para el desayuno. Pascualita saltó de la garrafa al jarrón chino y la vi nadar rauda hasta el barco hundido en el que se escondió. Lo echaba de menos. Pepe-Crisogomo, siempre tan serio, no dijo nada ni siquiera sonrió. Difícil tarea cuando tienes boca y ojos cosidos pero yo sé que, en el fondo se alegró de vernos.

Me senté ante la taza de cola cao y antes de que pudiera mojar la ensaimada, Pascualita saltó como siempre y me puso perdida ¡Hogar, dulce hogar! Unas horas después la Cotilla entró hecha un basilisco. - ¡¡¡Lo sabía!!! La Francisca y el Antonio se han repartido mis iglesias ¡Quieren arruinarme! Pero han dado en hueso. - ¡¿No me diga que los ha matado?! - ¿Matado? que va. ¡Peor! Los he denunciado a los párrocos cuando estaban con las manos en la masa. - ¡Menuda pieza está usted echa! Se pasa el año robando y ahora acusa a los que hacen lo mismo. - ¡Son mis cepillos! - ¡Son de las iglesias! - ¿Ya no recuerdas que no llego a fin de mes con mi paga? - Y el Antonio y la Francisca tampoco. - ¡Pues ajo y agua!

No volví a verla hasta la hora de comer. Venía cargada de velas y periódicos - ¿Y eso? - Tengo que ampliar el altar de Luis Bárcenas. ¡Hay otro gurú! Y este es Honorable... - ¿Matas es un gurú? (dije con desdén) - ¡Pujol! El ex president de Catalunya ¡Que cuajo tiene el hombre! Y no solo él, toda la familia. ¡Millones y millones en bancos extranjeros! Y sin mover un músculo, sin perder el señorío. Vamos, que Bárcenas a su lado es un segundón... - ¿Está segura de lo que dice? - Tanto que vamos a brindar ¡saca las copas y el chinchón, niña! Y lo hicimos varias veces mientras la Cotilla encendía las velas que rodeaban la foto del hermano gemelo de Yoda.

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