lunes, 7 de julio de 2014

Pascualita ha ganado con el cambio de "vivienda" El jarrón chino, más falso que un duro sevillano, es mucho más profundo y espacioso que el fenecido orinal decimonónico. Ahora puede nadar a gusto porque tiene metro y medio de profundidad. Ya me duelen los brazos de acarrear garrafas de agua de mar.

En una de mis visitas a la playa encontré una estrella de mar bastante grande y me la llevé para decorar y hacer más creíble el hábitat de la sirena. La sermoneé un poco: - No se come. Es para hacer bonito. - Ella miró a la estrella con curiosidad. Le dio vueltas una y otra vez hasta que se cansó y decidió echarse un rato sobre la arena del fondo sin quitarle los ojos de encima. Me dio la impresión de que era la primera vez que veía un bicho así y sentía curiosidad. La dejé que descansara y me senté a ver el Tour de Francia en Inglaterra, desde España. A pesar de los preciosos paisajes, de los príncipes, de las abadías y palacios, tanto el Tour como la Vuelta a España son fenomenales... para dormir la siesta. Y eso hice.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¡Échate para allá que estás ocupando todo el sofá! - Si alguna vez tengo ganas de estrangular, lentamente, a la Cotilla es en momentos como éste. Se sentó y cuando conseguí articular palabra para soltarle cuatro frescas, ya roncaba. Como ya estaba desvelada me tomé unos chinchones mientras miraba a los ciclistas y entonces me cayó un chorrito de agua encima. Miré por la ventana pero no llovía... Después de tres o cuatro chorritos me di cuenta que venían del jarrón chino. Pascualita estaba sentada en el borde y tenía sus ojos saltones fijos en mi. Me acerqué y me dedicó la más horrible de las sonrisas sacando a pasear sus dientes de tiburón en los que se movía una pata de la estrella de mar - ¡¡¡Antropófaga!!! - grité. Y ella hizo la señal de OK antes de zambullirse de nuevo. La Cotilla ni se inmutó.


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