miércoles, 30 de julio de 2014

El unitetillo conduce y acata órdenes, sin rechistar y mientras el rolls royce se desliza por las carreteras, yo sigo caminando con la esperanza de ver a lo lejos la mochila roja del Hombre Caracol. De vez en cuando suena el móvil que la abuela me obliga a llevar - "Nena ¿vas sola?" - Me he juntado con un grupo que... - "¡Apartaté de esta gente! Lo que tienes que hacer es centrarte en Santiago y nada más" - Sí, abuela. - Naturalmente no le hago caso.

Mientras pasabamos por un umbrío túnel formado por las ramas tupidas de los árboles vi, al fondo, una figura espectral. Nos detuvimos en seco y sacamos conjeturas - ¿La santa Compaña?... ¿Una bruja?... ¿El demonio en persona?...  Hasta que yo exclamé - ¡La madre que me parió! - ¿Tú madre?... ¿Viene a recibirte... aquí?... - ¡NO! - ¿Entonces? ... ¿Es su espíritu? ¡Ay, dios mío! ¿Qué hacemos ahora? porque yo, por allí no paso... - Es la Cotilla. La abuela la había enviado para vigilarme.

Más tarde alguien gritó, cual Rodrigo de Triana: - ¡Santiago a la vistaaaaaaaaaaaaa! - Ya creía que no existía. Que era una utopía, castillos en el aire para ilusos... Pero no, veía las torres de la Catedral y, lo mejor de todo, en la lejanía se movía el Hombre Caracol, muy cerquita ya de su meta.

Entré sola en la ciudad y justo en la Plaza del Obradoiro estaba el rolls royce con mi  familia aplaudiéndome. El abuelito lloraba a moco tendido - Estoy orgulloso de que seas mi nieta. - Y me dio dos besos mientras me llenaba la cara de mocos. La abuela, nerviosa, me recriminó que hubiera tardado tanto - "¡Las he visto más rápidas, coñe!  Anda, pregunta por Santiago y no perdamos más el tiempo" - Cuando le dije que estaba en la Catedral le dio un pequeño soponcio - "¿Allí?... ¿No se estará casando con la que ha llegado primero? ¡Te lo dije! Tendrías que haber venido en coche" - Fui a buscar la Compostelana mientras me gritaba - "¡No te vayas. Cámbiate que vas hecha un cromo!" - Allí me dí de narices con la mochila roja - ¡Hola! - le dije al Hombre Caracol como si lo conociera de toda la vida. Y le pregunté - ¿Te llamas...? - Vicente Jiménez-Bravo... ¿Quieres una cervecita, guapa?

Había llegado el momento de decir la verdad. - Abuela, Santiago es un santo. - "Pues no sé si alegrarme. Porque las buenas personas suelen ser aburridas y tu necesitas que te alegren las pajarillas y el nido. Por lo menos hasta que el bisnieto esté en marcha" - Abuela ¿no has oído hablar del Año Jacobeo? - "Sí... Eso es de los tiempos de Fraga, creo... ¿No, Andresito?... La gente iba en romería a Santiago de Compostela a ver a Santia...go... ¿Ese Santiago no será "nuestro" Santiago, no?" - Dije que sí con la cabeza. La Cotilla, que estaba a mi lado, se agachó por si volaban tortas que no la pillaran. Geoooorge se protegió su no tetilla con la mano. Andresito de bajó del coche y nos miró de lejos. La cara de la abuela se había puesto roja y tensa como si fuera a estallar. Pascualita, ajena a todo, saltó de la garrafa de agua de mar y aterrizó en el regazo del mayordomo que, asustado, le dio un manotazo y salió volando hasta caer en la oreja de un tuno que rondaba por allí vendiendo cedés de la Tuna más viejos que la tos.

Los gritos se oyeron en toda la plaza. Las carreras, los brincos, los saltos mortales que daba congregaron a su al rededor a un montón de peregrinos que le aplaudían a rabiar pensando que formaba parte de un espectáculo preparado para recibirlos. No me quedó más remedio que salir tras el tuno y arrancarle a Pascualita que volvió a su garrafa relamiéndose los labios, mientras el hombre sangraba como un toro de lidia en un momento, vendió todos los cedés.



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