martes, 27 de mayo de 2014

La Cotilla ha pasado de la fama al más oscuro anonimato. Ya nadie la saluda cuando se cruza con ella en la escalera. Ni en la calle. Los que rebuscan en los contenedores de basura le dan la espalda. Hasta los curas de las iglesias donde "limpia" cepillos otra vez intentan cogerla infraganti, cosa que dejaron de hacer cuando supieron que representaba a un partido político. Nosotras tampoco la miramos. Es lo que tiene ser una perdedora.

La abuela y Geoooorge han ido al mercado y a la vuelta, han pasado por casa para dejarme un conejo... vivo. - ¿Cómo qué va a quedarse aquí? - "Andresito tiene alergia a los animales de pelo" - El conejo se come con cebolla, frito, a la plancha... pero no con pelo (dije, cargada de razón) - "¿Quién ha hablado de comérselo? Es mi mascota" - Pero si ya tienes a Pascualita. - "A pesar de lo corta de mente que eres, comprenderás que no puedo pasearla con una correa por la calle" - ¿Y al conejo, sí? - "¿Quién me lo va a impedir?" - ¿El primer perro que lo vea, por ejemplo?

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! - Ni la abuela ni yo contestamos. Pero la vecina tiene las espaldas muy anchas y ha echo como que no se enteraba. - ¿Hay conejo para comer? ¡Estupendo! - Nosotras seguimos como si tal cosa. - "Para eso está Geooorge. Para evitar que le ataquen" - ¿Quién quiere atacar a tu mayordomo? - ¡Pues no quiero tenerlo en casa! - ¿Con lo bueno que está este hombre y no lo quieres? (la Cotilla no se enteraba de nada) ¡Me lo quedo yo aunque sea inglés! - "Te lo quedas y punto. Y que no le pase nada o te las verás conmigo" - ¿Y si se escapa? No puedo estar vigilándolo todo el día? - (La vecina exclamó) ¡Mételo en la cama contigo, alma de cántaro y hazle alguna virgueria! Se te pegará como una lapa. - "¿Tú quieres la Torre del Paseo Marítimo... Sí o no?" - Vale, si... ¿y la alfalfa? - Los ojos de la Cotilla se abrieron asombrados - ¿Para qué la quieres? ¿No será para... vamos, ya me entiendes... para la cama... ¡No sabía que se usaba para estas cosas! Lo que aprende una... - "Geooooooorge la subirá ahora, Está en el coche" - ¿El inglés come alfalfa? Eso ya me cuadra más... ¿O es para hacerse tisanas? Son raros hasta decir basta.

Naturalmente, el conejo se quedó en casa. Le puse una caja en un rincón de la cocina y allí se quedó después de haber recorrido la casa de arriba abajo en plan de reconocimiento. Yo tuve que ir detrás con la escoba y el recogedor porque es una fábrica de hacer bolitas y dejarlas por ahí. Luego, en la caja, se durmió y yo me senté a maldecir a la abuela y al conejo.

Nadie había pensado en lo celosa que es Pascualita. En cuanto vio las carantoñas que le hizo la abuela al conejo, saltó desde el orinal a la caja y clavó sus dientecitos de tiburón en una de las orejas del animal. El pobre chilló, corrió, se estrelló contra los muebles, saltó batiendo récords de altura pero la sirena no soltaba su presa. Acorralé al conejo y con el guante de acero logré arrancarla y tirarla al orinal. Con los nervios, fallé y se estrelló contra el cristal de la ventana quedando aturdida. Mientras tanto, el conejo no dejaba de gritar y correr de acá para allá dejando su rastro de bolitas. Y entonces entró de nuevo la Cotilla y lo vio. Fue tras el como un perro de caza y en cuanto lo atrapó le pegó un golpe detrás las orejas y lo dejó seco.

Horrorizada, me puse a gritar. El vecino de arriba golpeó el suelo con la escoba. Pascualita, fuera de sí, saltó hacia mí en el momento en que la vecina se me arrimó  presentándome el conejo como trofeo - ¡Ya lo puedes guisar, boba de Coriaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! - Pascualita cayó entre los cuatro pelos de la Cotilla y allí montó un zafarrancho de combate espeluznante. Los gritos, las carreras, los saltos, los golpes del vecino, los timbrazos de los otros vecinos. Todo se convirtió en un carrusel de alaridos y ruidos hasta que logré que la Cotilla se bebiera media botella de chinchón y cayera redonda en el sofá.

Solo espero que la abuela no vuelva a visitarme antes de que haya tenido tiempo de comprar otro conejo. ¡Encima me tocará pagarlo a mí!

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