martes, 29 de abril de 2014

La ilusión de la abuela es desbordante. A las ocho de la mañana ha llegado Geooooorge, que ya venía de la compra cargado de cosas buenas para que mi dieta sea rica en todo. Le acompañaban unos albañiles que traían órdenes expresas de mi señora abuela: - Hay que ensanchar las puertas, empezando por la de la calle... (me dijo el maestro de obras) - ¿Y eso por qué? ¿Cree que no pasaré por ellas? - A mí que me registren que soy un mandao... Quitaremos la bañera y pondremos plato de ducha. El suelo de la cocina se cambiará por uno antideslizante. Los grifos serán todos monomando... etc. etc.

Mientras tanto, el mayordomo me preparó un desayuno espectacular: - ¿Quieres que me coma todo esto? voy a engordar como una vaca. - Ser equilibradou... Y sí, pondrá comou una vacau. - ¡Y tu como un cabestro, jodío! - ¿Qué ser cabestrou? Mi no entender.

A mediodía llegaron los abuelitos y la Momia. Al verme quedaron espantados por el volumen de mi barriga - "¡¿Pero de cuantos meses estás, alma de cántaro?!" - Pues de... uno y medio, más o menos... ¿no? - "Tu sabrás... ¿A qué llevas más de uno?" - ¿Más de uno qué...? - "Bisnietos" - Serán hijos. - "A mí los hijos no me importan. Tu vas a tener bisnietos y calculando a ojo de buen cubero, ahí dentro hay lo menos... ¡diez!"

La culpa la tiene Pascualita. Esta mañana, viendo que el volumen bajaba, he cogido a la sirena dormida y la he despertado gritándole al oído (o lo que sea que tiene este bicho) Se ha puesto como una fiera ¡Que mal despertar tiene! Luego, poniéndola en mi barriga, me he ofrecido en sacrificio para que me mordiera pero no lo ha hecho una vez sino un montón, a diestro y siniestro y ahora, además de dolorida, estoy hinchada como un globo aerostático. - "Ahora mismo vamos a salir de dudas. ¡Vamonos al médico!" - ¡Ni hablar!... me da vergüenza. - "El que tiene vergüenza, ni come ni almuerza. Venga, tonta..." - ¡Que no!

La Momia dio con la clave para terminar de fastidiarme - Llamad al niño que venga a verla. - Al principio pensé que para qué queríamos un niño aquí pero en seguida se me encendió la luz ¡Hablaban del Médico! - ¡¿Y qué sabe él de eso?! (protesté) - Todos pasaron de mi y en menos de lo que canta un gallo, el Médico llegó a casa. - ¡Caray, pareces el Titanic! - Ese piropo se merecía una patada en la espinilla pero no estaba el horno para bollos. Ahora se descubriría el pastel y por la noche saldría mi muerte en las noticias de sucesos de la tele. Pero el Médico no me descubrió. Solo se interesó por los mordiscos: - Estas marcas las conozco ¿Qué bicho te las ha hecho? - Cuando me he despertado ya las tenía. - Pero eso duele. - ¡Por eso me he despertado!... ¿Vas a decirles "algo"? - Eso es cosa tuya y lo que te traigas entre manos... ¿cuántos bebés dice tu abuela que hay aquí? - Diez.

El Médico confirmó la predicción de la abuela y se brindó con chinchón diez veces, una por cada bisnieto... yo tuve que hacerlo con agua. Cuando el Médico se marchó lo acompañé hasta la puerta y le dí tal patada que se le saltaron las lágrimas. Entonces me beso apasionadamente en la boca, me dio las gracias y se fue.

Cuando quedé a solas con Geoooorge y los albañiles, la mesa estaba preparada con un menú exquisito. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! He hablado con tu abuela ¡Vas a ser una súper mamá! Y he pensado que podemos sacar un buen partido de esto. Le he sugerido que llame al Hola para que vengan a hacerte uno de esos magníficos reportajes, con cheque de muchos ceros incluido. Le ha parecido estupendo y hemos cerrado el porcentaje que me tocará por tener la gran idea. - ¿Pero si no me conoce nadie? (dije, preocupada) - Ya te conocerán, ya jejejejejeje - No me gustó esa risita ni el tonillo amenazante que rezuma la frase.    

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