miércoles, 23 de abril de 2014

La abuela me ha llamado para que, cuando salga del trabajo, me pase por la Plaza Mayor para ver el stand de libros que ha montado con ayuda de Geooooooorge. Me he quedado a cuadros - ¿Has montado una librería? - "¿No le lo estoy diciendo?" - ¿En tu barrio? - "¡En la Plaza Mayor, coñe! Y tráete a Pascualita para que vea el ambiente"

 Cuando he llegado y para sorpresa mía, la abuela, como si de una escritora consagrada se tratara, firmaba ejemplares sin parar. Llevaba una enorme pamela amarilla con un gran lazo violeta. Gafas de sol años cincuenta. Minifalda genuina de los sesenta y taconazos como para matarse cayendo desde esa altura. A su lado, Geoooooorge le servía té, o entregaba los libros firmados, o mantenía la sombra de una gran sombrilla roja con topos blancos y negros, moviendola según se movía el sol. Era todo un espectáculo. En el suelo, detrás del mostrador, había dos bolsas grandes de deportes llenas de libros que aguardaban su turno para ser expuestos y vendidos.

La abuela estaba en su salsa. Sonreía a unos y otras, se dejaba fotografíar y cuando alguien hacía amago de darle un beso, ella extendía una mano enguantada en blonda para que se la besaran. En cuanto me vio, dijo: - "¿Has traído a Pascualita? ¿Dónde está el termo de los chinos?" - En casa. Allí no cabe ni con calzador. Pero la llevo colgada al cuello como una cruz ¡Mírala! - Se quitó las gafa oscuras para ver mejor y miró a la sirena con expresión dolorida - "¿Es eso, verdad?" - Sí. - (Parecía una pelota de tenis)... Le he hecho una especie de arnés, se lo ha pasado bajo los brazos y aquí está, sin esconderse de nadie porque muy listo tiene que ser quien reconozca qué es.

Un nuevo grupo de personas se arrimaron al stand en busca de la firma de la abuela y me entretuve mirando los títulos de los libros. En primer lugar ninguno llevaba su nombre - ¿Qué está firmando? (pensé) - Luego saltaron ante mí títulos conocidos, muy conocidos. Sentí opresión en la garganta. - ¿De dónde los has sacado? - "¡Huy, hace mucho tiempo que los tengo!" - Pero no los has escrito tú. - ¡Que va! No se me dan bien esas cosas. Por eso los traigo hechos. Solo les falta mi firma." - Una no firma la obra de otro. - "¡Que sabrás tú!" - ¡Estos son mis libros! - "¿Ahora vas a decir que los has escrito tú? La envidia te corroe." - ¿Has mandado a Geoooooooorge que se los lleve de mi casa? - "Encima te he echo un favor porque allí, lo único que hacían era coger polvo y yo les estoy sacando provecho. Ya te haré un regalito"

El Municipal y un compañero, alertados por un cliente que se había dado cuenta del timo, se personaron en el stand y amenazaron con arrastrarla, con pamela y todo, hasta la cárcel si no devolvía hasta el último céntimo a la gente. La cola que se formó para cobrar lo pagado, fue la más larga de la Feria del Libro. - ¡Mamáááááááá´, quiero un colgante como el de ésta mujer ¡míra cómo se mueveeeeeeeeeeeee!

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