viernes, 18 de abril de 2014

Era noche oscura cuando he sido sacada del profundo sueño. Pensé que los nazarenos me atacan de nuevo y me zarandeaban como a un pelele.- ¡¡¡Ha sido la Cotilla!!! - les grité, desesperada. Abrí los ojos para ver, por última vez, mi habitación antes de que me los cerraran a puñetazos.

De pronto, por arte de magia, se encendió la luz y me asusté: sujetándome del brazo y agitándome como si fuera un jarabe, estaba la Cotilla. - ¡Levántate ya, jodía, que hay que empezar el potaje de Semana Santa! - Me alegré de que fuera una pesadilla pero esa sensación solo duró hasta que la vecina me destapó tirando las mantas al suelo. Entonces salté de la cama y me abalancé hacia ella. - ¡¡¡Fuera de mi casaaaaaaaaaaaaaaaa!!! - No tardé nada en oír los golpes que daba el vecino de arriba.

A punto de sufrir un infarto por la tensión acumulada, fui a por un vaso de agua y en el pasillo me encontré a la abuela que venía muy decidida - "¡Vengaaaaaaa. Hace una hora que te esperooooooo!" - ¿Para qué? - "Para hacer el potaje" - No se hacerlo ¡Y quiero dormiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiir!  (otra vez resonaron los golpes en el techo) ¡Este va a saber quién soy yo! ¡¡¡Estoy en mi casa y grito cuando quiero, bobo de Coria!!! - "Pues sí que te levantas tú buena" - ¡No me levanto. La cosa esa que tienes por amiga, me ha echado de MI cama! - "Bueno, no grites que acabarás despertando a Pascualita" - ¡¡¡La madre que me parió!!!

Llamaron a la puerta. Era el vecino de arriba y el Municipal. - Este hombre dice que no le dejáis dormir - "Ninguna de nosotras a subido a su casa a meterle mano" - ¡Oiga! Solo faltaría eso... - "Lo ves, Bedulio. El hombre habrá tenido un mal sueño... Le convendría tomar bicarbonato. Ya verá como cuando haga unos cuantos eructos se quedará como nuevo" (y se quedó tan pancha la abuela) "A propósito, Bedulio, pásate por aquí al salir del trabajo y comerás potaje de Semana Santa" - ¡No faltaré!... Y usted (le dijo al vecino) deje de molestar y váyase a dormir. - Pero... pero... pero. - El hombre se quedó, en pijama, solo en la escalera.

Cuando el potaje estuvo listo, serían las siete de la mañana, nos sentamos a desayunar, sin el periódico porque aún no habían abierto la papelería y no nos enteramos de que había muerto Gabo. - ¿Y ahora que pasará con el potaje? (pregunté) - "Que reposará unas horas y luego estará de rechupete" - Vale. Si me duermo no me despertéis. - Y no me despertaron. A las cinco de la tarde, aturdida, me levanté de la cama con un hambre de lobo. Se oía la tele de la salita. Me asomé y vi a la abuela, la Cotilla, el abuelito, el Médico, el Municipal, Blas el parado... y al vecino de arriba, viendo los Diez Mandamiento como si fuera la primera vez, absortos. Corrí a la cocina dispuesta a comerme dos platos del potaje de garbanzos con espinacas y repápanos que solo se hace en mi casa una vez al año...¡Y no había! En el escurridor, boca abajo, estaba la olla donde se había guisado. Miré en la nevera y en la despensa ¡¡¡Nada!!! - Volví a la salita - ¡Abuela ¿dónde está...? ¿o no está...? - "¿No has dicho que no te despertáramos? Pues eso."



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