miércoles, 26 de marzo de 2014

La abuela ha vuelto de Madrid más enfadada que un mono ¡No ha salido en la televisión! Y eso que hizo todo lo posible por ponerse delante de las cámaras pero siempre hubo algo que la tapó: el armón de artillería con el féretro de Suárez; los caballos; la comitiva familiar; la banda de música; la comitiva de los políticos que se lo pasaban pipa; el coche fúnebre... Así que paró un taxi y se marchó, a toda pastilla, hacia Ávila diciéndole a chófer que era la abuela del ex Presidente y se pasó todo el camino sollozando y contando historias de cuando éste era pequeñito y ella lo acompañaba al colegio.

A medio camino les paró la guardia civil de tráfico por exceso de velocidad y cuando el taxista les dijo quién era su pasajera, se cuadraron, cogieron las motos y fueron abriendo camino hasta llegar a la puerta de la Catedral. Una vez allí, el taxista no quiso cobrarle la carrera porque había sido uno de los que siempre votó al ex Presidente.

Tampoco las cámaras la pillaron dentro del templo. No hubo suerte. A la salida vio de lejos al taxista rodeado de periodistas a los que informaba, ufano, de haberse jugado el tipo por traer a tiempo a la abuela de Suárez. Cuando vio como se encogía, avergonzado y rabioso, cuando le dijeron que qué abuela,  ésta buscó el primer callejón que encontró y puso tierra de por medio. Al llegar a Barajas, siempre mirando a su espalda por si aparecía el pobre hombre, cogió el primer avión que salía para Mallorca y no respiró a gusto hasta que estuvieron sobrevolando el Mediterráneo.

Ahora no se atreve a coger un taxi por si los taxistas de Madrid han mandado una descripción de ella a toda España y la reconocen. Por eso lleva una peluca rubia platino, con bucles que le caen en cascada por la espalda, lentillas azul cielo que le dan aspecto de tener los ojos glaucos y dan repelús. Viste ropa floreada, sandalias de esparto y cazadora del ejército de tierra. Y pasa más frío que un tonto. Por eso se ha apuntado a clases de ball de bot. Ha ido una vez y tiene agujetas hasta en las cejas. No creo que le dure mucho esta repentina afición por el baile regional.

Y para remate a la Cotilla le sientan ahora muy bien los jerseys ceñidos. - Abuela, la envidia es mala consejera jejejejeje - Por toda respuesta cogió a Pascualita y quiso tirármela a la cara pero la sirena, que no la conoció con semejante pinta, se revolvió contra ella y le mordió en los labios que le han quedado como los de Carmen de Mairena.

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