miércoles, 5 de marzo de 2014

La abuela ha llegado temprano con su inseparable Geoooooorge - "Con lo que me cuesta, bien puedo lucirlo" - me dijo cuando le hice el comentario. - Después sacó a Pascualita del termo de los chinos, la metió en la pila bautismal y nos sentamos a desayunar lo que nos había preparado el mayordomo - ¿Te has peleado con Andresito? - "¡Que va!  y eso que ocasiones no me faltan. Es que estoy haciendo buenas obras. Hoy prepararé yo la comida"

Me fijé que el inglés tenía a Pepe-Crisogomo a su lado y lo acariciaba. Me conmovió ese gesto y más pensando que quizás no fuese pariente suyo pero no era el momento de quitarle la ilusión. Se levantó a servirnos más café porque, cuando intenté hacerlo yo, recibí una patada de la abuela que murmuró: "¿Te parece bonito quitarle el trabajo a un proletario?"

Al sentarse de nuevo se encontró con Pascualita abrazada a la cabeza jivarizada y enseñándole sus dientecitos de tiburón. Geooooorge dio un salto hacia atrás, derribando la silla y cayendo al suelo con estrépito. Con ojos desorbitados, señalaba a la sirena que no cejaba en su amenaza - ¡¡¡¿Qué serrrrrr?!!! - ¡Anda, habla español el jodío! (dije yo, asombrada) - "Un tamagochi japonés" - ¿"Muerderrr"? - ¡Ya lo creo! ¡No lo toques por si acaso!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¿Ya estás aquí otra vez? ¡Como te aprovechas de tu nieta! - Nos quedamos boquiabiertas. - "He venido a guisar, Cotilla" - ¡Ah! eso es harina de otro costal... ¿El inglés no está bien? No me extraña con tanta agua caliente como toma.- "Es te" - ¿Deja de ser agua caliente?...

Oímos gritar al Municipal en la calle y salimos al balcón. Había un bicho enganchado a su mano - ¡Ay, mi visón! (grité) ¡Gracias, Bedulio, no sabía que se había escapado!  Sube y celebraremos con chinchón haberlo encontrado - "¡Eres más tonta que el que asó la manteca! Para celebraciones está este!" - En efecto, el visón no soltaba su presa y el hombre lloraba a moco tendido. - ¿No me digas que es tuyo?... ¿Sí? ... ¡Te pondré una denuncia que temblarán los cimientos de la capital! ¡¡¡Quitameloooooo!!! - Usé el guante de acero para hacerlo y dejé al animalito en el suelo.

El rugido de un tigre de bengala no nos hubiese impactado más. En la cocina se encontraron el visón y la sirena enzarzándose en una lucha sin cuartel hasta que Pascualita saltó a la naríz de su enemigo. Sin pensármelo dos veces, tiré de ella arrancándola junto con el trozo de carne que quedó entre sus dientes. El visón sangraba como un toro de lidia y tuvo claro quién mandaba allí: Pascualita.

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