viernes, 28 de marzo de 2014

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! No huelo a café... ¿Aún duermes? - ¡Ya no! - Pues son las tres, hija mía. - De repente, en mi cerebro sonaron todas las alarmas ¿Era posible que hubiese dormido tanto? Salté de la cama y corrí al teléfono para llamar a mi jefe y darle una excusa creíble para no perder mi trabajo. Pero tenía la cabeza tan embotada que no se me ocurría nada.¿Por qué no me contestaba nadie? No lo entendía. A esas horas mis compañeros estaban dando el callo mientras yo estaba angustiada.

La Cotilla se acercó - ¿A quién llamas a éstas horas? - Al trabajo. - ¿Hacéis jornada nocturna? - No... Nunca la hemos hecho... (las sienes me empezaron a latir. Malo. Señal de que algo no iba bien) - Pues ya son ganas de gastar teléfono... - ¿No me ha dicho (la boca me temblaba y tenía taquicardia) que son... las tres? - Alto y claro. - ¿Las... las tres de la... la tarde? - Cómo van a ser de la tarde si es de noche. Anda, vamos a tomarnos un cafetito que tengo ganas de acostarme. - ¡¡¡La madre que la parió!!!

El Municipal se presentó raudo ante la insistente llamada de los vecinos que, alegaban, no poder dormir por el estruendo que había en mi casa- ¿Qué ha pasado ahora? - He roto el espejo del aparador con la cafetera que le he tirado a la Cotilla. Como no le he dado, he insistido y esta vez se ha estrellado en la vitrina donde la abuela guarda la cristalería de su primera boda (las lágrimas rodaban por mis mejillas) Luego le he tirado la pecera y ha salido disparada por el balcón ¡buuuuuaaaaaaaa!... Y antes de que escapara corriendo a su casa... ¡buuuuuuuaaaaaaaaa! le he lanzado un cuchillo jamonero y una silla del comedor que se ha roto al chocar contra la pared... ¡hip! ¡hip! ¡hip!... (la tensión no me dejaba respirar) - Cálmate, mujer ea, ea, ea... (pero yo no tenía consuelo) - No puedo, Bedulio... ¡hip!¡hip!... Es que quiero matarla. - No digas eso que está muy feo. - Me da igual ¡¡¡Quiero matarlaaaaaaaaaaaaaaaa!!! - Mátala pero no grites o me caerá un puro del sargento.

En cuanto se fue el Municipal me asomé al balcón buscando a Pascualita. Pero estaba oscuro, así que me puse la bata y el abrigo y bajé a tantear la acera y los coches. Debía ir con cuidado porque la sirena es muy pequeña y podía pisarla y aplastarla. Estuve mucho rato buscando sin ningún resultado. Ni siquiera me di cuenta cuando llegó un coche de la policía, por eso di un respingo cuando oí. - ¡Quédese dónde está y manos arriba! - ¿Es a mi? ¡No se acerque! - ¿Está intentando robar? - Estoy buscando una... lentilla que se me ha caído ¡A ver si la va a pisar! - Una vecina ha llamado diciendo que lleva un rato trasteando los coches ¿es la primera vez que roba? (otra vez sentí latir las sienes) - ¿Qué vecina? (chirrié)... ¡hip! ¡hip!... ¿La Cotilla? ¡¿No me diga que me ha denunciado?! - Chist, no grite que es muy temprano.

Como por arte de magia, la vecina se presentó tan pancha - ¿Ve cómo tenía razón yo, agente? Está robando ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYYY!!! - La Justicia llegó convertida en dentadura de tiburón. Pascualita, cansada de estar colgada del árbol, cayó en la cabeza de la Cotilla y en un santiamén le cambió el peinado arrancando, mordiendo y liando sus pelos. Cuando le arranqué a la sirena llevaba consigo un diminuto trozo de cuero cabelludo casposo en la boca. Mientras la vecina se daba al "baile" que precede a todo mordisco de Pascualita, yo subí de cuatro en cuatro las escaleras y me encerré en casa atrancando la puerta con unos cuantos muebles... Menuda nochecita.  


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