domingo, 2 de marzo de 2014

Ahora no sé si he tenido una alucinación debida a los vapores etílicos de ayer noche o es que, en realidad, me ha visitado la Reina Cleopatra. El caso es que tengo la espalda quebrada de estar inclinada ante ella. No quería que la mirara a los ojos. ¿Por qué?... Ay, no sé.  No estoy para muchos trotes. El caso es que la he tenido esperando en la puerta hasta que he oído el timbre sonando en mi esponjoso cerebro y se habrá enfadado.

Ha entrado como lo que es, la última Reina de Egipto y ordenando: - ¡Agáchate, escoria! - Eso me ha despertado del todo porque aún no ha nacido el guapo que me llame eso en mi casa... a parte de la abuela. Así que me he plantado ante ella con un dedo acusador frente a su nariz que, dicho sea de paso, no es nada del otro mundo y me ha pegado una patada en la espinilla que me ha dejado doblada. Y así he estado mientras ella desayunaba a dos carrillos. Hace un rato que se ha ido con la misma majestad con la que llegó.

He querido contárselo a Pepe-Crisogono y a Pascualita pero no están... Se las llevó la abuela y aún no los ha devuelto. Me he puesto a pensar en la fiesta de ayer de El Funeral. Como siempre, la reina fue la abuela. Nadie lleva como ella esos tacones de aguja de altura vertiginosa. Todos los hombres, Andresito incluido, babeaban viendo aquel cuerpo de casi noventa años cimbreándose como un junco joven. A su lado, vestida de gallina desplumada, me sentía ridícula. Así que bebí hasta olvidarme de mi misma.

Un Guerrero del Antifaz, con una barriga que recordaba más a Sancho Panza, me estuvo suministrando ginets hasta que le oí decir que le gustaría comerme en pepitoria ¡Vaya! ¿Era un piropo? Paseando mi gordo cuerpo desplumado (¡el señor Li me va a oír!) por la cafetería, llegué al Muro de los Finados donde estuve un rato entretenida mirando las fotos de los que ya no están en cuerpo presente pero si en la memoria de su amigos porque brindaron por cada uno de ellos y no una sola vez, entre baile y baile. Por eso muchos confundían los términos, como uno que me dijo: - Gallinita ¿te pongo un huevo en la mano?

Y de repente todos quisieron bailar conmigo y llevarme al huerto, en lugar de al gallinero que hubiese sido lo correcto. Fue divertido pero un poco agobiante. Trataba de esquivarlos pero me cercaba un bosque de manos, algunas con Parkinson, que buscaban las pechugas de la gallina y me enseñaban pastillitas azules... Lo que no recuerdo es como acabó la noche... ¿Cómo llegué a casa?... ¿Qué hacía una de esas pastillas en la mesilla de noche?... ¿Y una dentadura en el vaso?... ¡Esos dientes no son míos!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Menudo ajetreo te has traído esta noche, guapa! Si los camilleros querían llevarte a ti también... - ¿Ha venido una ambulancia? - A llevarse a un Corsario desdentado. Para mi que no llega al mediodía. - ¿Quién era? Solo recuerdo a Cleopatra...  - Siempre supe que me caería bien ese disfraz (sonrío la vecina) - ¡¡¡Cotilla!!!  

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