sábado, 22 de febrero de 2014

Me he encontrado con el Municipal en la calle y me ha preguntado por los gritos que anoche salían de mi casa. He puesto cara de sorpresa - ¿De casa? No me enteré de nada. - Pues un vecino nos llamó para que acudiéramos a ver qué pasaba (dijo muy serio) - ¿Y qué pasó? ¿Acudísteis? - Ejem... pues... no. Estaba yo solo para patrullar. - ¿Y eso? - Los dichosos recortes de los políticos. - Vaya... Si hubieses venido te habría invitado a un chinchón. - ¡Estaba de servicio!... No vine, entre otras cosas porque... no me gusta ir de noche a tu casa... A saber quién gritaba... ¿No me digas que no oíste nada? ¡Mira, ya se me ha puesto la piel de gallina!

¡Pobre Bedulio! Le tiene pánico a mi primer abuelito. Ya sabía yo que la Cotilla despertaría al vecindario. Esta mujer no parará hasta que nos echen de la finca. Tendría que librarme de ella pero las maneras que se me ocurren no pueden ni mencionarse porque van contra la Ley y no quiero acabar como figura de cera en el Museo de Londres junto a las y los asesinos más famosos... Aunque sería una manera de pasar a la Historia. De dejar constancia de mi paso por este mundo... Tendré que pensarlo con detenimiento.

¡ Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! Vengo de ver a tu abuela y te ha puesto de vuelta y media. - ¿Por qué? - ¡Por lo del desayuno en la cama, alma cándida! - Tardó tanto Geooooooorge que me quedé dormida. - Y seguro que llevabas puesto el camisón de franela, calcetines, camiseta y un pantalón de pijama. - ¿Cómo lo sabe? Es que soy muy friolera.

Al llenar su plato de sopa le añadí unas gotas de lejía que tenía a mano y le puse unas hojitas de hierbuena para disimular el olor. - ¡Pero qué le has puesto! Nunca me ha gustado la hierbabuena. Dame tu plato. - Me lo cambió y me quedé sin comer sopita caliente. - ¿Por qué no haces coktail de gambas con las que me traje de casa de tu abuela? - ¿No las tiró? - ¿En tiempos de crisis? ¡Estás loca! Las metí en tu congelador - Mi cabeza se puso en funcionamiento: una salmonelosis de caballo sería un arma letal de necesidad y si a eso añadimos que tiene más años que la tos, el resultado podría ser ¡muerte fulminante! Y por fin podría quitarle la llave de mi casa.

Salió algo parecido al coktail de gambas porque no me acordaba de lo que lleva, pero daba el pego. Hice bastante para que la Cotilla  pudiera repetir. Se alegró al ver que yo no comía y rebañó hasta la última gota de salsa. Luego se sentó en la salita y poco a poco se fue aletargando. Un rato después, un hilillo de baba corría barbilla abajo hasta caer en su falda. Luego se removió inquieta y finalmente abrió los ojos, espantada. - ¡Me encuentro fatal! ¡Me voy a morir! ¡Aaaaaaaaaaay, tengo un peso en el estómagoooo! ¡¡¡BROOOOOCC!!! - Soltó un eructo digno de un maharajá. ¡Creí que se me venía encima el techo de casa!  - ¡Que a gusto me he quedado! Tenía una bolsa de aire que no me dejaba respirar.- Y acto seguido, como una ofrenda al buen comer, me ofreció un recital de regüeldos que aún resuenan en mis oídos.

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