martes, 25 de febrero de 2014

Le he declarado la guerra a la abuela y me he llevado a Pascualita sin que se de cuenta... Supongo que no tardará en saberlo porque para cogerla me ha costado muchísimo por culpa de aquella pecera moderna, tan alta. He tenido que subirme a una mesa y aún así no llegaba. He buscado una escalera, la he puesto sobre la mesa y me he subido. Entonces sí que he llegado al borde de la pecera pero Pascualita estaba en el fondo, allí abajo y no hacía ningún esfuerzo por subir..

Me miraba fijamente con sus ojos de pez sin párpados y por más señas que le hice para que subiera a la superficie, no me hizo ni caso. Así que me metí yo pero quedé atascada con la cabeza bajo el agua. Eso me preocupó porque me estaba quedando sin aire en los pulmones, además, si Geooooooorge me veía en esa postura tan indecorosa ¿qué pensaría de mi? No me quedó más remedio que hacer un esfuerzo para que la larguísima pecera, repleta de agua, se balanceara.

Cuando ya pensaba que estaba viviendo mis últimos momentos, el tubo de cristal se venció hacia un lado y se estrelló contra el suelo. Quedé conmocionada por el golpe y la falta de oxígeno. Y mojada como una sopa. Cuando desperté estaba helada, con las algas en la cabeza en plan peluca ecológica. y tenía cortes sangrantes por todo, además de cristales clavados de la cabeza a los pies.

Como había aprovechado la oportunidad de encontrarme sola en casa cuando todo el mundo había salido a hacer sus cosas, nadie vino a ayudarme. Entonces vi a Pascualita venir reptando hacia mi y me emocioné. Mi pequeña amiga se acercaba a darme consuelo. No pude evitar llorar. Llegó hasta la herida que le quedaba más cerca. Lamió la sangre y antes de que pudiera impedirlo, sacó sus dientes de tiburón a pasear y me arreó un mordisco de padre y muy señor mío. Mientras yo gritaba como una loca e intentaba levantarme, la sirena siguió mordiendo y estirando. Como un tiburón, había probado la sangre y no quería separase de su presar.

Cuanto más me movía, más patinaba en el agua . Al final conseguí arrancarme a Pascualita y la pierna se hinchó como un globo aerostático. Cuando me recuperé un poco metí a la sirena en el termo de los chinos y me fui con ella a casa.

Ahora está en  con Pepe-Crisogono, haciéndose compañía uno al otro, mientras a mi al rededor tengo galletas, chocolate, leche, chinchón, más galletas, aceite, pan, tomates, embutidos. De algo tengo que vivir mientras esté con semejando hinchazón que no me deja andar y duele horrores.- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! ¿Qué le has echo a tu abuela, boba de Coria? Viene dispuesta a volverte del revés. - ¡Cierre la puerta del comedor, Cotilla, para que no entre! - ¿Te parece bien quitarle el querido? - ¿Ya tiene querido? ¿Pero si se casó esta Navidad? - Pues, hija, se ve que no puede quitarse a Pascual de la cabeza. Ella quiere disimular pero a mi no me engaña. Lo veo en sus ojos. Está enamorada de él hasta las trancas. - ¡No diga tontería! - ¡¿Júrame que no quiere saber nada de Pascual?! - Me estaba sacando de mis casilla y le dije - ¡De Pascualita. Es Pascualita. - Se me quedó mirando con los ojos abiertos de par en par - ¿No me digas...? ¿No me digas...? ¿Tú abuela se ha enamorado de una chica? ... - ¿Porqué no? dije con rabia mientras me servía un buen lingotazo de chinchón directamente de la botella.

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