viernes, 3 de enero de 2014

La Cotilla ha retomado la costumbre de la abuela de desayunar leyendo el periódico. Empieza por las esquelas y compara su edad con la de los difuntos. - ¡Pues anda que no le saco yo años a éste! - Siempre se van los mejores (repliqué) - ¿Insinúas algo? - Como procuro hablar lo menos posible con ella porque, me he dado cuenta de que se me ha subido a la chepa como el que no quiere la cosa y se está haciendo la dueña y señora de MI casa, lo hago a través de Pepe. - A buen entendedor pocas palabras bastan.

Pasando de mi totalmente, ha seguido con sus comentarios. - ¡Ya lo sabía yo! No hace falta que un juez lo certifique. ¡Anda y que no se notaba que se habían gastado una millonada nuestros Pinochos en aquella campaña política del 2007 en la que lucían los cutis lisos como culitos de bebés. Hasta el profundo entrecejo de Matas desapareció. ¡Pero si no se reconocían ni ellos! Y esos cartelones hollywoodienses valen una pasta gansa. ¡Mira, mira. En esta foto sale la vicepresidenta de entonces, con la misma blusa de la propaganda para que sus seguidores sepan que es ella! jajajajajajaja. - Pepe, dile a la Cotilla que no soy sorda ¡Y que deje las galletas en paz, que a mi también me gustan!

Llamaron a la puerta y al abrirla (porque la Cotilla se niega a hacer ningún trabajo ya que se considera invitada) me encontré con el cartero que, esta vez, traía un telegrama - Buenas... ¿Podría ver la cabeza que tiene usted? - Póngase las gafas y mireme. La llevo sobre los hombros, pasmao. - Oiga, sin faltar. Me refiero a la que llevaba ayer en las manos. - ¡Ah! Pepe. - ¿Cree que es un nombre apropiado para alguien que ha sido jibarizado? - Pues... no lo sé pero, como no venía con el carnet de identidad en la boca, le pusimos este que es fácil de recordar. - Bien pues ¿puedo ver a Pepe? - ¿Por algo especial? - Es que no he podido dormir en toda la noche pensando en él. - ¡Que romántico es usted! - No es eso... es que se parece a un tío bisabuelo mío cuyo retrato está en casa de mi abuela.

Le dejé pasar y le invité a café. El cartero, después de pedirme permiso, cogió a Pepe examinándolo desde todos los ángulos posibles - ¿Ve usted este lunar en la barbilla? Mi tío bisabuelo tenía uno igual del que, decían, se sentía muy orgulloso porque excitaba a las mujeres. - ¡Vaya!... ¿A qué se dedicaba ese hombre? - Era viajante de comercio. - ¿Y ligaba? - Era un portento, según he oído decir. Se atrevía con todas, casadas sobre todo. Pero un día, una mujer negra cayó en sus redes y al enterarse el marido dijo que haría de él un llavero. El hombre pertenecía a la tribu de los jíbaros y estaba en España trabajando en un circo. Parece ser que cumplió su promesa. Mi tía bisabuela se pasó el resto de su vida buscando llaveros en las ciudades y pueblos del País por donde pasaba el dichoso circo. Se gastó una fortuna pero no encontró nada y mire por donde, lo he encontrado yo.

La Cotilla sacó el chinchón y celebramos la efemérides con unas cuantas copitas. Hasta que el cartero dijo que se iba a llevar a Pepe. - ¡Ni hablar! Esta es ahora su casa. - Pero es mi tío bisabuelo. - ¡Como si es Rita la Cantaora! - No te precipites (me dijo la vecina) ¿Cuánto nos daría por él? - ¡¡¡Cotilla!!!

Cuando el cartero se fue, no sin antes avisarnos de que volvería con un abogado, recordé que no había abierto el telegrama. Era de la abuela. - "Proseguimos Luna de Miel - stop - Camino de la Antárdida. - stop - Bebé a la vista. - stop - ¡Felices!"

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