martes, 21 de enero de 2014

Estoy preocupadísima porque, ni Andresito ni yo, vimos ayer a la abuela en todo el día. ¿Dónde se habrá metido ésta mujer? ¿Habrá vuelto con el demonio cachas a reanudar su idilio infernal? Mi abuelito dice que se marchó muy temprano de su casa. - ¿La has llamado al móvil? - Nunca se lo lleva. No quiere estar bajo control porque dice que es un espíritu libre que no tiene que dar explicaciones a nadie... ni a mí. - No te preocupes, hombre. Es que todavía no le ha entrado en la cabeza que está casada. - Será eso... Con lo bien que estaba yo soltero...

Ha media mañana me han llamado del hospital. La abuela está ingresada desde ésta madrugada por cansancio y... una cogorza como un piano. - ¿Por qué no han llamado a su marido? - La telefonista se sorprendió - Ah, ¿está casada?... Entonces ¿quién es el adonis que no se separa de su lado? - Será un amante temporal. - ¡Jopé. Esto tengo que contárselo a las compañeras!

Cuando Andresito y yo llegamos junto a su cama, estaba peleándose con un médico. En cuanto nos vio, gritó: - "¡Quiero que me atienda nuestro hijo! ¡Este me quiere quitar el termo de los chinos!" - Ya lo cojo yo. - dije. Y entré con él en el baño. Al abrir la tapa Pascualita saltó enfurecida por la cantidad de horas que llevaba encerrada en un sitio tan estrecho. Fue tal el impulso que cayó en la taza del wáter. - ¡¡¡Pascualitaaaaaaaaaaaa!!! - unos golpecitos en la puerta me pusieron sobre aviso - ¿Estás bien, nena? - preguntó el abuelito.

Fue difícil coger a la sirena y sobre todo volver a meterla en el termo. Se resistía con uñas y dientes. Pude esquivar el chorrito de agua envenenada y evitar que saltara a mi cara pero me resultaba imposible que entrara en el termo porque no se estaba quieta - ¡¡¡Entra ya, jodía!!! - Acabé sudando a mares. La cola de pez no paraba de moverse - ¡¡¡Te daré al señor Li para que te coma rebozada en tempura!!! - A través de la puerta oí a la abuela - "¡Como le hagas daño nos veremos las caras!" - Al final opté por meterla en el bolsillo del abrigo. Tenía las manos hinchadas de los mordiscos y me dolían horrores. Cuando salí del baño Andresito me miró, compasivo. - Tengo un laxante en casa que es mano de santo. Recuerdame que te de unas pastillas.

La abuela nos contó que había celebrado San Sebastián con arreglo a su nuevo status social. Y no se perdió ni un solo acto del día de ayer, incluso estuvo en la bicicletada, a pesar de que no sabe montar. - "Unos chicos muy simpáticos me ayudaron a no caerme. Fue emocionante estar junto a Mateo en todos los actos..." - ¿Mateo? (preguntó suspicaz, mi abuelito) - "El Alcalde" - ¿Por qué no me esperaste? - "Porque quería pasarlo bien" - ¿No comiste? - "¡Ya lo creo! Me llevaron a C`al Dimoni a comer sopas mallorquinas. - ¿Te llevó el alcalde? - "¿Mateo? jajajajajaja ¡Nooooo! ¡¡¡El Dimoni!!! jajajajaja

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