domingo, 10 de noviembre de 2013

En cuanto la abuela ha terminado su desayuno, ha llamado a la Momia y se han ido juntas de paseo. Me ha extrañado porque el día no es de lo mejorcito. Hace viento, ha refrescado y amenaza lluvia. Con un tiempo así me ha extrañado que mi futura bisabuelita se pasee por ahí. - ¿Vais a tardar mucho, abuela? - "Lo que haga falta"

Afortunadamente ha vuelto a tiempo para hacer la comida. Con ella venían la Momia y la Cotilla. - ¡Vaya! las tres Marías juntas. ¿Había cónclave? - ¡No me digas que se ha muerto el Papa! Con lo fuerte que parecía este hombre... ¡Claro! empezó a meter el dedo en la llaga. A levantar las alfombras y barrer la porquería de años y años que hay debajo y se lo han cargado - Me sobresalté al oír el comentario de la Momia ¿Cuándo había dicho yo eso? - Hija, si hay cónclave es porque nos hemos quedado sin Papa. Por lo menos, hasta ahora, las cosas eran así pero como ahora hay dos... - No... no... (balbuceé) A mi que me registren. - "¿Por qué? ¿qué has escondido?" - ¿Se puede saber qué os pasa? Todo lo entendéis mal. - "Perdona, bonita. ¿No será que tu te explicas como una almeja?"

Me aparté de ellas porque me volvían loca. Cogí a Pascualita que estaba nadando tranquilamente en su pila bautismal y salimos al balcón. Nos acogió un vendaval que por poco me tira de espaldas. Preferí quedarme allí a pesar de todo aunque a la sirena no le gustó y se movió nerviosa en mi mano. - Estate quieta que te vas a caer - Pero no me hizo ni caso y con el siguiente golpe de viento salió disparada hacia la calle. A duras penas la cogí al vuelo por su extraña cabellera. - "¡¿Se puede saber que estás haciendo?!" - El grito de la abuela me asustó y abrí la mano. Y la sirena cayó al vacío. - ¡¡¡Pascualita!!! gritamos las dos.

Me asomé, con el corazón encogido por el macabro espectáculo que me esperaba y lo que vi fue al señor Li que saltaba de contento con la sirena en la mano - ¡Gamba golda cael de cielo! - ¡Oh, no. Se la va comer! - Y corrí escaleras abajo batiendo todos los recórds de velocidad. Cogí a la sirena a tal velocidad que el chino no supo reaccionar.

Comimos unos canelones buenísimos mientras las tres amigas, que habían visitado una exposición sobre el Antiguo Egipto,  hablaban sin parar de momias egipcias. - "Pues sigo diciendo que los jamoneros de aquí aprendieron la técnica de envolver los jamones en telas hace miles de años en Egipto" - Antes te hubiese contradecido pero después de verlas in situ, tengo que darte la razón. - contestó muy seria la Cotilla. - Es que son igualitos. Si no llevaran una etiqueta que dice Momia, hubiese creído que eran jamones grandes. Fijaos que pensé en pedirle a mi hijo que comprara uno para la boda. - "¿En serio?" - ¡Claro, mujer! No quiero que falte de nada ese día tan especial. - "Eres estupenda, suegra"

Mientras tomábamos el café llamaron a la puerta insistentemente y poco después, el señor Li se presentó ante nosotras. - ¿Dónde estal gamba golda? - Puse la más angelical de las sonrisas y le pregunté si quería café. - ¡Quelel mi gamba! ¡Tú quitálmela! - "¿Alguien entiende a este hombre?" - La bisabuelita, abriendo mucho los ojos, dijo - ¿De dónde es este señor tan raro? - Es chino (saltó la Cotilla) y tiene fijación por las gambas gordas - ¡Que pervertido! (la Momia estaba escandalizada)

   

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