En alguna montaña parece que han espolvoreado un poco de harina, como en aquellas otras, echas de papel arrugado que hacían los padres para los belenes en la posguerra. Y eso se nota en la calle porque hace un frío que pela. Por eso quiero tomar un caldo caliente a la hora de comer y echarle barquitos de pan ¡que ricos!
- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¿Qué pasa que no huelo a caldo? Debo tener la nariz tapada ¿A qué has hecho cocido, con sus garbancitos, su pringada, su punta de jamón... ? - "Para, para. No hay nada de eso sino una sabrosa ensaladilla rusa que, ahora mismo, está en la nevera esperando el momento de salir a la mesa para que demos buena cuenta de ella" - No bromees con las cosas de comer. En una ensaladilla es en lo último que hubiera pensado jajajajajajaja - "Me alegro de haberte dado una sorpresa" - La sorpresa me la darías si fuera verdad. - "Pues claro que es verdad. Me he tirado una hora haciéndola" - La Cotilla me miró - ¿Hay una ensaladilla en la nevera? - Sí. Y helado en el congelador.
La abuela está de los nervios. Se acerca la fecha de la boda y nosotras pagamos las consecuencias. - Abuela, así no voy a calentarme la barriga. - "¿No has oído hablar de los contrastes? Esto y el helado harán de revulsivo contra el frío y parecerás un brasero" - ¿A ti quién te ha contado este cuento chino? ¡Yo quiero sopa! (protestó la Cotilla) - "¡Pues vete a comer a casa del maestro armero, a ver qué te dan!"
Nos comimos la ensaladilla ¿qué remedio, no había otra cosa? Menos mal que el café estaba caliente. - Abuela, te estás portando como una novia primeriza. Tranquilízate que todo saldrá bien. - "No sé... no sé... No lo tengo yo tan claro... " - ¿Te has discutido con Andresito? - "No, pero he hecho caso a su madre y... no sé, no sé... (luego miró a la Cotilla y dijo) ¿Crees que el juez me dejará salir de la cárcel para que pueda casarme en la Catedral?" - Me asusté porque aquello no pintaba nada bien.
Después de tomarse tres o cuatro copas de chinchón, le pedí que se explicara. - "Es una tontería, pero para dos telediarios que le quedan a mi suegra y viendo la ilusión que le hacía, no pude negarme a su petición" - ¿Qué te pidió? - "Un sarcófago egipcio para que la metan ahí cuando se muera. Dijo que quería ser la más original del cementerio" - Ah, no te preocupes. En Egipto no te dejarán sacarlo del País. - Vaya caprichos que tiene la señora (dijo, asombrada, la Cotilla) - "He cogido uno de la exposición del Gran Hotel" - ¡¡¡Abuela!!!
Lo guarda bajo su cama. Es precioso y muy delicado porque tiene unos 3.000 años. - ¡Hay que devolverlo! - "No puedo. Me amenazó con vender la Torre del Paseo Marítimo y yo la quiero para mí" - ¡Y para mí cuando te mueras! - La Cotilla no le quitaba ojo - ¿Cuánto me darían por esto? Quedaría muy bonito como consola en algún recibidor de esas casas tan grandes que tienen algunos. - ¿De consola? - Sí, esas mesas donde se dejan las llaves. Y dentro se puede meter la ropa de temporada. - ¡Ay, Cotilla! - ¡Me la llevo! - En un arranque de los suyos, levantó el sarcófago policromado y lo soltó de golpe. Menos mal que lo pude coger a tiempo. - ¡Aquí dentro hay algo! ¡¡¡Una rata!!! - ¡No, es la maldición de un dios antiguo! (grité) - ¡La madre que lo parió! ¿Pero qué pasa en ésta casa? - Que hay de todo como en botica. - La abuela me guiñó un ojo. Como había supuesto, allí dentro estaba Pascualita ¿por qué? Ah, cosas de la abuela que espero averiguar.
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