domingo, 13 de octubre de 2013

La abuela tiene una resaca como un piano y se ha pasado el día durmiendo. Ha sido una gozada porque no he tenido que aguantar sus impertinencias. Aunque, eso sí, he tenido que sacrificarme e ir a comprar las ensaimadas y el periódico. Todo sea por el placer de sentirme dueña de mi casa.

Pascualita se ha asomado al borde de la pila bautismal mirándome con ojos de borrego degollado. Como no puede saltar por los gramos de más que ha cogido, pone carita de pena para que la cojan. La he puesto en la mesa, junto a Pepe. Lo malo es que reptar sí que puede. Se ha acercado a mi taza de cola cao y cogiéndose al asa, al intentado subirse, ha conseguido darse un baño caliente porque ha volcado la taza y ha habido por todo. ¡He tenido que ponerme el guante de acero para quitarla de allí porque se ha puesto a lamer como una posesa y me enseñaba los dientes cuando me acercaba! Así nos  ha encontrado la Cotilla porque, cuando ha saludado, ya estaba en la cocina. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¿Qué haces con esa porquería en las manos? (dijo con cara de asco)

Metí a la sirena que en lo que tenía más a mano: mi taza de desayuno. - ¡Pero tíralo, que una cosa tan asquerosa solo puede traerte enfermedades venéreas! - ¿Cómo qué venéreas? - Quién dice venéreas dice una gripe o el sida! ¿Qué te enseñaron en la escuela, alma cándida? - ¿Cómo voy a contagiarme con esto? - Cosas más raras se han visto ¡yo qué sé! pero algo cogerás... ¿Y tú abuela? - Durmiendo la mona. Tuvieron fiesta en El Funeral y ha vuelto un poco perjudicada jejejejejeje - Ya no tiene edad para esas cosas. - ¡Miré quién habla! - ¿Qué harás de comer? - ¿Yoooooooo?... ¡Vaya! no había caído en eso.

Por más que he llamado a la abuela, no he conseguido despertarla. Le he puesto, una y otra vez el despertador,  la radio a toda pastilla y lo único que he conseguido ha sido un zapatazo en plena frente, bastante anti estético. Al final la Cotilla ha optado por ir al comedor social - No quiero arriesgarme a un envenenamiento. - Al menos me había librado de ella. Entonces me he acordado de Pascualita.  El puñetero bicho se había tomado todo el cola cao vertido en la mesa y había dejado el interior de la taza, límpio como una patena. Además se había comido una ensaimada y media y ahora estaba tumbada sobre el papel que las envolvía, rebozada en azúcar glas. ¡La abuela me matará cuando se entere! Pascualita ya no puede engordar más o reventará.

La he metido en la pila bautismal y se ha ido directa al fondo, bajo las algas. Entonces han subido unas pequeñas burbujas, luego otras y otras y otras. Espaciadas entre sí. ¿Qué podía ser aquello?... ¡eructos! Pascualita estaba teniendo una digestión pesada. Al no encontrar ni el tarro de sal de frutas ni el de bicarbonato, pensé que el chinchón sería un buen digestivo y le he echado un buen chorro al agua de mar. Al rato han subido más burbujas: unas seguían siendo eructos, las otras eran del hipo etílico.

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