lunes, 30 de septiembre de 2013

¡Ay!, estamos despatarradas después de la manifestación de ayer pero ¡que bien lo pasamos! ¡Que bonito fue todo! ¡Una fiesta para los sentidos! Aún lo veo todo verde.

Llegamos a la Plaza de España y allí estaba el viejo rey Jaume con su camiseta de CRIDA. Tan pancho él que hasta se le veía rejuvenecido. En seguida nos metimos entre la gente, junto a una batucada y no paramos de bailar, de gritar, de meter ruido con pitos y sirenas, de leer los lemas de las pancartas y de los globos verdes que volaban sobre las cabezas. Uno llevaba pintada la cara de nuestro Pinocho y decía "una mambelleta, per favor" Y vaya si le dieron tortas mientras iba y venía, subiendo y bajando.

Cuando supimos que la cabeza de la manifestación ya había llegado al final, nosotros aún no nos habíamos movido y tardamos en hacerlo un buen rato más, sobre todo por culpa de la abuela... Tanto saltó y brincó que no se dio cuenta de que había perdido a Pascualita ¡No estaba en el bote donde la había metido! y entonces le surgió el espíritu de la Faraona - "¡No moverse! El pendiente... digo, lo que iba aquí dentro ¡tiene que aparecer!" -

Hizo que la gente reculara y nos metimos a gatas entre las piernas de la multitud. La Cotilla, a la que encargamos que no los dejara avanzar, estaba más enfadada que un mono porque ya había empezado a tantear bolsillos y carteras y la habíamos interrumpido, sin saber por qué.

Pascualita no aparecía y la gente empezaba a ponerse nerviosa - ¿Qué hacen esas ahí? - Boicotean la manifestación ¡son infiltradas del Gover! ¡Fuera, fuera, fueraaaaaaaaaa! - El griterío era ensordecedor pero por encima de él, reconocí el clásico grito de alguien que ha sido mordido por la sirena. Gateé todo lo deprisa que pude, dejándome las rodillas en el asfalto, hasta que vi unas piernas bailando una danza salvaje ¡Eran de la víctima! Me levanté y de un fuerte tirón, le arranque el bicho que se trajo medio lóbulo de la oreja izquierda entre las mandíbulas.

Los gritos del hombre fueron coreados a placer por la concurrencia que creía que era un nuevo entretenimiento. Escondí a Pascualita en mi escote y me uní a la abuela y la vecina hasta terminar el recorrido. Y no está de más que diga que hubo manifestantes que se quedaron maravillados viendo mi escote moverse como si tuviera vida propia. ¡Dichosa sirena!

Al llegar a casa corrió el chinchón. Celebramos que tanta gente saliera a la calle en apoyo de los Maestros, los personajes más importantes de nuestra sociedad, a pesar de lo que piensan los políticos.

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