lunes, 5 de agosto de 2013

¡40 años ya de la marcha del Güell a Lluc a peu y la abuela y la Cotilla sin enterarse! - "La culpa es de Blas que me pidió muchas croquetas y no me dijo que eran para venderlas en la fiesta que se organiza antes de partir hacia el Monasterio" - Ahora va a tener la culpa el parado! La culpable es la inútil de tu amiga ¿no es una cotilla redomada? pues le están fallando las facultades porque no se enteró de nada. - "Es que yo le dije que en la Marcha seríamos cuatro y el cabo. Que donde habría gente sería en la puerta de los Juzgados o de la cárcel..." - ¿Por qué? - "Por la cantidad de croquetas que me pidió Blas ¿no te enteras?"

Anoche, en la tele, hicieron un programa conmemorando los cuarenta años - ¿Te imaginas la vergüenza que pasaré cuando, dentro de otros 40, salgáis en el reportaje la Cotilla y tu, subidas al coche de Andresito hasta la misma plaza del Monasterio? - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! ¿Hemos salido en la tele? - "No. Eso será dentro de 40 años, según ésta" - Vaya, que pena. Tu nieta ya no podrá verlo, la pobre ¡con lo chulo que debieron quedar las tomas que nos hicieron. Fue muy divertido! - "¡La Cotilla intentó subirse a un árbol cuando los periodistas nos pedían más y más poses, pero se le quedó la falda enganchada en una rama y montó el espectáculo jajajajajajaja!" - ¿Por qué no os comportáis como las personas de vuestra edad? - "¿Qué edad? ¿A qué te refieres? ¿A ser como tú. Una aburrida y una sosa? La vida es para vivírla que, para descansar, tenemos toda la eternidad?"

Algo quedó grabado dentro de mí que me desasosegaba, pero no acertaba a saber qué era. Mientras dábamos cuenta de un estupendo tumbet con huevo frito, dejé de pensar en ellos porque bastante tenía evitando que la Cotilla comiera más huevos fritos que yo ¡Que egoísta es esta mujer!

Después del café, los ronquidos invadieron la casa. Apagué la tele porque no se puede oír nada cuando rugen los leones. Puse a Pascualita sobre mi falda y al poco rato dormíamos las dos... Un ronquido mucho más fuerte que los otros, me despertó y salté, asustada... ¿era yo "la artista"? Mejor correr un tupido velo.

Pascualita había desaparecido. No la veía. Ay, ay, ay... Miré bajo la butaca, bajo la mesa, las sillas, el sofá, las cortinas... Nada. La abuela abrió los ojos ¡y entonces me acordé! - ¿Piensas estar aún aquí dentro de 40 años? - "Claro" - ¿Y yo? - "Estarás criando malvas" - ¡No es justo. Soy más joven!  - "¡Y más tonta!... ¿Qué buscas?" - A Pascua... (empecé a decir, llorosa. Pero entonces la vi. Estaba agarrada al moño de la Cotilla. Debió salir despedida cuando me levanté asustada) ...lita. - Quise acercarme y me enseñó los dientes. Nunca le han gustado los despertares bruscos. Entonces la Cotilla cometió un error: rascarse la cabeza. Y empezó un ataque foribundo al moño. En unos segundos aquel pelo se convirtió en un estropajo del que, continuamente, caían trozos al suelo. Los gritos de la vecina se oían de un extremo a otro de la calle y la abuela corría tras ella con la botella de chinchón en la mano.

Gracias al guante de acero, pude coger a la sirena y meterla en la milenaria pila bautismal. Mientras la abuela trataba de calmar a la vecina dándole, copa tras copa hasta que quedó lista para que no pudiera recordar nada al despertar.


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