sábado, 13 de julio de 2013

La abuela sigue yendo a la piscina. Dice que la motiva mucho hacer ejercicio y sobre todo, saber que si un día tiene algún percance, siempre habrá un tío bueno a mano, para hacerle el boca a boca. Yo temo que llegue ese momento porque pueden acusarla de pederasta.

La que no lo lleva tan bien es la Cotilla - ¿Si no puedo ir a nadar cómo voy a aprender? - "Hay más piscinas. Por cierto, hoy me he despistado y me he metido en el vestuario de los hombres ¡Fíjate!" - ¿Te han echo algo? - "No les ha dado tiempo porque he salido en seguida. He visto muchos traseros..." - ¡Ay, Señor! - "arrugados." - Vaya.

El calor de estos días tiene a la Cotilla desquiciada - Menos mal que cuando te cases comeremos con aire acondicionado. - "No sabía que los comedores sociales lo tuvieran" -  Hoy, cuando la vecina a venido a comer ha pasado una cosa inquietante. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! ¡Que calor, que calor, que calor! Vengo asfixiada. Ni en las iglesias se está fresquito porque las abren para que entren los turistas a hacer gasto y entra el calor. Tendré que quejarme al Obispo porque se están cargando mi negocio. Los extranjeros no echan dinero en los cepillos, compran rosarios y estampas en los tenderetes que ponen los curas ¿Qué dinero saco de allí? ¡Nada! Todo para ellos- "Para eso se ponen los tenderetes" - ¡Pero yo necesito una ayuda porque con la birria de pensión que me da el Gobierno, no me llega ni para pipas. - Pues se lo gastará en vicio porque, mire que se ahorra euros con nosotras. - Ahora no estamos hablando de eso ¡Y déjame, que tengo que refrescarme! - Ni corta ni perezosa, se ha ido al comedor y ha metido la cabeza ¡en la pila bautismal!

La abuela ha corrido a buscar el chinchón para el dolor y yo a buscar el guante de acero para arrancar a la sirena de las carnes de la Cotilla pero, no ha pasado nada. Ha sacado la cabeza chorreando y pidiendo una toalla. Mientras se secaba he inspeccionado la pila y allí no había nadie. La abuela y yo nos hemos quedado en blanco. - "¿Dónde está?" - me ha preguntado con un gesto. Por más que ha mirado, no la he encontrado. La ventana, abierta, me ha echo pensar si Pascualita habría saltado a la calle pero... ¡imposible! ¿Entonces?

Nos hemos sentado a comer, sin hambre nosotras - ¿No estáis bien? Si no lo queréis ya me lo comeré yo y lo que sobre lo guardaré para esta noche... ¿Qué hay de postre?... ¿Tengo que ir yo a buscarlo? ¡Vaya modo de tratar a una invitada! - Desde la cocina, gritó - ¿Saco la sandía? - Y luego gritó más fuerte - ¡¡¡Aaaaaaaayyyyyyyyyyy!!! - ¡Pascualita! - gritamos la abuela y yo. Efectivamente. Allí estaba la sirena, agarrada con fuerza a la nariz de la vecina.

Mientras la Cotilla dormía la mona, con la cara hinchadísima, la abuela y yo mimábamos a Pascualita. Por lo visto, esta mañana, con las prisas por irse a la piscina, la abuela no se dio cuenta de que, al meter la compra en la nevera, la metía también a ella. La pobre se ha constipado con tanto frío pero las gotas de chinchón que le suministra la abuela le están devolviendo su asqueroso color de ahogada.

 

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