martes, 25 de junio de 2013

Estoy segura de que hoy, después de la discusión e intento de agresión por parte de la abuela, la Cotilla no vendrá a comer ¡Aleluya! Me hago cruces de lo lanzadas que eran éstas dos brujas en su juventud. Se comían la vida a bocados, las tías... Tan poco está mal porque, a ver ¿a quién hacían daño con eso? ¡A nadie!... bueno, si alguien se enteraba, sí... Basta ver a la abuela como se puso al saber la traición de su amiga después de tantos años... Y al abuelito también le hicieron daño porque se lo cargaron...Y de rebote me hicieron daño a mí que no pude conocerlo... En resumidas cuentas ¡vaya par de sinvergüenzas!

Para calmar los nervios sali a dar un paseo y me llevé a Pascualita en el termo de los chinos. Cogí el autobús hasta Marineland y entré a ver los peces para relajarme. Llevaba destapado el termo para que la sirena viera a sus congéneres. Al bicho se le erizaban los pelo-algas a la vista de algunas especies y con otras sacaba sus dientecitos de tiburón a pasear. Lamenté no haberme traído el guante de acero pero sus amenazas no iban contra mí, sino contra los tiburones, lo cual me acercó, espiritualmente, más a ella porque a mí tampoco me caen bien.

Salí rápidamente de allí y fuimos a ver a los delfines. Y contra todo pronóstico, la sirena pasó olímpicamente de ellos. Se metió en el termo y se durmió. Donde sí se mostró activa fue ante la piscina de las mantas. ¡Quería salir a toda costa! Y no me quedó más remedio que agarrarla de los pelos y mantenerla en el aire. Algunos niños le pidieron a sus padres, a gritos y aspavientos, que querían una birria de "muñeco" como el mío. Esto me despistó y Pascualita logró su objetivo dando un fuerte coletazo y cayendo entre un mar de mantas.  ¡Oh. oh! El maldito bicho se encontraba en su elemento y la veía disfrutar nadando a toda velocidad, saltando fuera del agua con una chulería que me sacaba de quicio. Entonces me vino a la memoria un reportaje sobre mantas que vi en la 2 y pedí a los niños que dieran golpecitos en el agua y verían lo que pasaba. Lo que pasó fue que todas las mantas, curiosas, se fueron hacia aquel lado y yo me metí en el agua, por el otro. Eso fue fácil, lo difícil fue coger a Pascualita. Lo conseguí después de caerme varias veces y calarme hasta los huesos. Al oír el chapoteo las mantas giraron hacia mi dispuestas a comerme a besos pero yo no estaba por la labor así que, rápidamente, me quité el vestido y lo tiré, usándolo como red, sobre la sirena y salí de allí pitando cuando ya unos cuantos bichos se pegaban a mis piernas.

Después de pagar una multa y comprarme unos gallumbos y una camiseta que dice "Recuerdo de Mallorca" volví a casa más histérica de lo que me había ido y con un hambre de lobos. Pero las lobas de la abuela y la Cotilla que, como no, estaba allí, no me habían dejado ni las migas. - ¿Y qué como yo? - "Hazte un pan con aceite, que es muy sano" - me dijo la abuela mientras apuraba su copa de chinchón

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