viernes, 31 de mayo de 2013

Pascualita está nerviosa. No para de entrar y salir del agua para mirar en derredor. ¿Qué le pasará? Quizás intuye que la abuela estará unos días fuera y no le apetece nada quedarse conmigo. Ya ha saltado varias veces de la  pila bautismal al suelo porque, cuando se lanza, no siempre acierta a caer sobre la mesa y a punto he estado de chafarla dos veces. Ahora va  a resultar que tendré que andar con cuidado por casa, mirando donde pongo los pies. ¡Y eso sí que no!

Le he comprado un cascabel de plástico para que no se estropee con el agua de mar. Y hay que ponérselo. Se lo he pedido a la abuela pero no me hace ni caso. Está atareada llenando maletas y vaciándolas de nuevo cada vez que mira un parte meteorológico - "¡A ver si se aclaran de una vez!" - Abuela, por favor, ponle el cascabel a Pascualita para que no la pisemos... - "¿Piensas lavarte los pies en su pila románica, tía pija?" - No es eso. Es que se cae al suelo... - "¡Pues recógela, alma de cántaro!" -

No hay manera de que me haga caso. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! Tengo un disgusto de tres pares de narices. Me he probado el vestido que voy a llevar en tu boda y me cae como un saco. ¡Ya no hay nada que lo sujete! Llama a tu marido para que me deje como una Marilín Monroe. - "¡Dejadme en paz que bastante tengo con hacer el equipaje!" - ¿Pero no se iba el lunes? (me preguntó la Cotilla extrañada) - Sí, pero el ritual de la maleta empieza mucho antes... ¿Es verdad que quiere ver al abuelito? - ¿Puedes ponerme en contacto con él? -  Está muy enfadado con la boda de la abuela... - Si yo fuera él, más que enfadado estaría apostando con otras alma  cuánto le dura el nuevo marido. - ¡Oiga! - De oiga, nada. ¿quieres apostar a que no le llega al año? - ¡Me estoy cabreando! ¿Pero quién se cree que es mi abuela? - Yo lo sé, pero tú no tienes ni idea jejejejejeje  ¿Vas a llamar al abuelito? - La sangre me hervía de rabia ¡dichosa vecina! Ella le pondría el cascabel a la sirena.

Le vendé los ojos con un paño de cocina y le dí el cascabel ensartado en un elástico para que se lo pusiera a un muñequito de vudú y el abuelito vendría en seguida. Así que me puse el guante de acero y desperté bruscamente a Pascualita. - Páselo por la cabeza de éste muñeco.- Las dentelladas no se hicieron esperar y los gritos de la Cotilla tampoco pero era tanta su ilusión por lucir el vestido que acabó poniéndole el cascabel. Entonces tiré del escote de su vestido y dejé caer a la sirena que enseguida clavó los diente en las dos arrugadas protuberancias. Lo difícil fue coger a la vecina, que montó un pollo de tres pares de narices y luego nos costó una botella, casi entera, de chinchón. Pero, por lo menos, ya no pisaré a Pascualita cuando esté en el suelo.



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