viernes, 5 de abril de 2013

La abuela ha dicho que si hace sol y calorcito qué hace ella en la ciudad pudiendo estar en la playa. Así que se ha puesto el bikini, ha cogido toalla, bocadillo, agua y el termo con Pascualita y yo he tenido que correr tras ella. Que energía tiene ésta mujer.

En la playa no me he puesto en bañador ni me he quitado la rebeca de lana. - "¿Te has traído el brasero?" - No y bien que lo siento. - Al poco rato la abuela se paseaba por la orilla - ¡¿Está fría el agua?! (le grité) - "Está estupenda" - Y para demostrármelo se metió hacia adentro y se zambulló. Entonces me sentí ridícula. Si una mujer de 86 años puede nadar ¿cómo no voy a poder yo?... Claro que podía decir que no había traído bañador pero para la abuela eso nunca fue impedimento. Dice que no hay mejor traje que el que nos dio nuestra madre y si hay que meterse en cueros, se mete... Reconozco que yo soy más conservadora.

En cuanto he metido el pie en el agua me he quedado helada ¿alguien ha echado cubitos? - ¡Abuela, sal que te congelarás! Ahora llevo todo el día aguantando su guasa. Ya en la arena me ha mandado hacer un hoyo cerca de la orilla  y en cuanto se ha llenado de agua a metido a Pascualita. ¡Como disfrutaba el bicho! En la playa a penas había gente y nadie nos ha molestado hasta que... unos trabajadores que estaban colocando los palos de las sombrillas en la arena, se han acercado a nosotras  - ¿Qué tienen ahí metido? - ¡Nada! (dije, sobresaltada) - Pues para no ser nada, lo miran con mucho interés. ¡A ver, a ver! - La abuela, reaccionó tirando arena con los pies dentro del agujero - "Aquí no hay nada. ¿No estaban trabajando? pues, hala, que su jornal lo pagamos los contribuyentes" - Al quedarnos solas, vaciamos el hoyo de arena pero de la sirena no encontramos ni rastro.

- "Pascualita ¿Dónde éstas?" llamaba la abuela, tumbada en la arena y con la cabeza dentro del agujero que ahora es más grande aunque, por más que escarbábamos no dábamos con ella. - Se la ha tragado la arena, como a las medusas ¡Ay, que no la veremos más! ¡Por tu culpa. Por haberla traído a la playa!

Me quedé mirando las olas con los ojos velados por las lágrimas. ¡Tragada por la arena. Que horror! Si por lo menos se hubiese ido al agua como aquel bicho que va reptando por ... allí. ¡Pascualita! -

Me tiré en plancha sobre la croqueta rebozada de arena. Entonces la sirena me atacó. Lanzó hacia adelante sus dientecitos de tiburón y me mordió las manos son saña. La solté tirándola al aire y me cayó en la cabeza. Ahora no sé cuantos días estaré sin peinarme y encima tendré que salir a la calle con gorro porque me falta pelo en muchos sitios. Cuando la abuela la cogió ya se había desfogado y se dejó meter en el termo de los chinos mientras su amiga le contaba lo tristes que nos habíamos quedado cuando desapareció... Y yo me pregunto ¿no había desaparecido? pues hija, tanta gloria lleves como descanso dejes. Es que nunca aprenderé.

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