domingo, 7 de abril de 2013


Hoy es el Domingo del Ángel y la atea de la abuela, que se apunta a todos los bombardeos religiosos o que huelan a clericalla, ha decidido que teníamos que ir de romería hasta el Castillo de Bellver. - "O se va, o no se va, pero sí se va se hace bien. Y una romería hay que hacerla andando" - ¿Dónde está escrito eso? - No sé para que protesto. Y a las 8 en punto de la mañana he oído: ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Ya estoy lista! ¿Nos vamos? - Media hora después hemos salido a la calle con las mochilas al hombro y por mi parte, teniendo que aguantar las quejas de las dos viejas - "Mira que eres lenta ¿No sabías que teníamos que salir temprano?" - Haberla dejado, total para lo que sirve. - "Para llevar la bebida. No querrás que la carguemos nosotras a nuestra edad" - Ya me parecía que la mochila pesaba mucho.

Cruzamos Palma a buen paso y  cuando llegamos a los pies del monte de Bellver yo estaba para el arrastre mientras ellas no dejaban de cantar coplas de Concha Piquer ¡Que vergüenza he pasado! Luego, subiendo al Castillo me he quedado sin resuello - Ayudadme a llevar la carga, por favor. - ¡Que cara tiene tu nieta! - "Mucha. La gente de hoy tiene poco aguante. (luego, dirigiéndose a mí, me dijo) Vamos a adelantarnos porque yendo a tu paso nos cansamos" - Y me dejaron tirada mientras ellas aceleraban sin dejar de cantar.

No fue hasta que nos sentamos a comer las empanadas, cuando vi que la abuela llevaba colgado al cuello el termo de los chinos. - ¡Cómo has traído eso! - "Con mucho esfuerzo. Mi mochila también pesa y no me he quejado nada" - Me refiero a "eso" - ¿Está tonta? Pues fíjate que, con el día tan bueno que hace, pensé que se le despejaría la mente. - "No tiene arreglo" - ( Metió un trocito de pasta de empanada en el termo) Me acerqué rápidamente y le susurré - ¡Cierra el termo! - A partir de ese momento no la dejé sola. Al rato fuimos donde un cantante hacía las delicias de los pequeños haciéndolos bailar. La abuela y la Cotilla se sumaron a ellos. Yo gritaba ¡Ciérralo! pero la música tapaba mi voz. Hicieron una comba serpenteante siguiendo el ritmo y en uno de los saltos al compás vi salir a Pascualita por los aires y caer sobre las cuerdas de la guitarra del artista.

Corrí hacia el escenario y me tiré en plancha sobre el cantante. Caímos y rodamos por el suelo. El público nos aplaudía a rabiar.  No veía la dichosa guitarra y no me quedó más remedio que meterle mano al pobre hombre que se revolvía frenético. Durante un segundo me fijé en su cara, era azul, ¡se estaba ahogando! Cuando lo tiré al suelo la sirena entró, directamente en su boca y estaba atascada en la garganta. Un voluntario de la Cruz Roja, que vino en su ayuda, le apretó bajo el esternón y Pascualita salió, llena de babas. El voluntario quiso ver lo que era aquello y recibió un mordisco en un dedo y ese fue el momento en que salí de allí corriendo con Pascualita en el escote, mientras la Cotilla me señalaba gritando: - ¡Cogedla! ¡Ha querido violar al cantante! ¡Cogedlaaaaaa - Menos mal que uno de los policías que había allí era el Municipal y en cuanto nos vio nos dijo que no nos arrimáramos a él en cien metros a la redonda: ¡lagarto, lagarto!




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