domingo, 14 de abril de 2013

Espatarradas estamos en el sofá. ¡Que cansancio! ¡Que bien nos lo hemos pasado! ¡Sin la Cotillaaaaaaaaa! Eso ha sido lo mejor de todo.

La abuela quiere coger un color de piel doradito para poder lucir el traje blanco de novia y como hoy ha echo un día de verano, hemos cogido las toallas, los bikinis, los bocadillos, la crema solar, las bebidas y hemos ido a una piscina... ¿Por qué? ¿Acaso no tenemos las mejores playas del Mediterráneo? Y encima aún no están a tope de gente pero la abuela ha dicho que no, que no y que no y como no tenía ganas de discutir, se ha echo su voluntad. Aunque si llego a saber las ideas que le rondaban por la cabeza nos hubiésemos quedado en casa.

Al llegar a la piscina y dejar todos los trastos al rededor de las tumbonas, he visto que la abuela llevaba colgado al cuello el termo de los chinos. - ¿Has traído a Pascualita? - "Claro" - Como le gusta llegar la primera a los sitios, aún no ha había nadie así que, ni corta ni perezosa, ha sacado a la sirena y la ha tirado, literalmente, a la piscina. - ¿Pero... pero...? - "Pero, nada. Déjala que disfrute de nadar en un sitio tan grande que la pobre está encogida en esa pecera" - "¡¡¡Sácala en seguida. Sácala!!! - "He dicho que no. N,o hay nadie pero si sigues gritando esto se llenará de gente"

La pobre Pascualita estaba pasando unos de los peores momentos de su vida - ¡Es agua dulce! ¡¡¡Sácala!!! - Se levantó de un salto y se acercó a la piscina, metió un pie y lo sacó rápidamente - "¡No puedo! Ves tú ¡Corre que se nos muere! ¡¡¡Ay, Pascualita. Pobrecita mía!!! ¡Tírate, no lo pienses, que nos quedamos sin ella!" - Y no me lo pensé. Me tiré como buenamente pude y en cuanto toqué el agua me acordé de todos los muertos de mi santa abuela. El agua estaba ¡helada! Y encima tuve que bucear porque el bicho repelente se hundía. Cuando al final me hice con ella, sentí como si me clavaran alfileres en todo el cuerpo.Al salir, la abuela envolvió a Pascualita en la toalla y a mi me dejó tiritando. ¡Que frío pasé!

Ahora estamos mejor las dos. Durante un rato hemos estado hermanadas por el color azul de los labios y la piel pero, gracias en parte al chinchón, hemos recobrado nuestro color natural. ¿Aprenderá la abuela a no ser tan impulsiva? No creo pero, por lo menos el susto ha servido para que, mañana sin falta, compre un acuario.

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