lunes, 22 de abril de 2013

Desde el azucarero de la mesa de la cocina, Pascualita no nos quita ojo. No me extraña porque debemos parecer dos zoombis, arrastrando los pies, sin ánimo para hacer otra cosa que no sea suspirar. No es fácil asimilar que eres millonaria y perdérlo todo en un segundo. ¡Que injusto es el Destino!
Y menos mal que la abuela frenó mi avaricia porque ahora estaría lamentando la perdida de un millón y medio de euros, en lugar de un millón. Pero duele igual.

No he pegado ojo en toda la noche. Es que me es muy difícil hacerme a la idea de que ya no soy millonaria sino, una simple proletaria expuesta a los vaivenes de las política económicas de los Pinochos... - "¿Políticas económicas? Esto ya lo hacían los bandoleros de Sierra Morena hace dos siglos y los perseguían los guardias. Robar, robar y robar. ¡Manos arriba, esto es un atraco! Solo que, en lugar de trabuco, llevan tijeras.

A mediodía ha venido a comer la Cotilla. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! Vengo de confesarme con el cura al que le quité la cartera. - "¿No te ha denunciado?" - No puede. Está bajo secreto de confesión así que ha aprovechado y le he contado lo de los cepillos y las velas. - "Lo debes tener contento. ¿Te ha perdonado?" - Claro. Con unas avemarías y un padre nuestro, he saldado la cuenta... ¿Qué comemos hoy? jajajajajaja - "¿A qué vienen esas risas si aún no te he dicho el menú?" - Luego te lo cuento.

Hacía tiempo que no veía a la Cotilla tan alegre. ¿Será que con la confesión se ha quitado un peso de
encima?... No me fío un pelo de ella.

Mientras saboreábamos el café, han llamado a la puerta. -¡Ya están aquí! (ha exclamado la vecina dando un salto de la butaca para ir a abrir, pero la abuela la ha cogido de un brazo) - "¡Alto! dime quién ha venido" - El cura y el Municipal... Al cura le he contado que vosotras sois unas peristas que os encargáis de vender lo que yo robo. - "¿Esa mentira la has dicho bajo secreto de confesión?" - ¡Que va! y luego he ido a denunciaros, tal como me dijo el cura que hiciera... Aunque el Municipal no quería venir a ésta casa ni loco. Su jefe le ha obligado. - "¿Por qué has echo esto, mamarracho?" - Porque ayer me robasteis un millón de euros por la cara y eso no se le hace a una amiga. - "Pero... pero... si el resguardo no valía" -  Con la intención basta. - Apenas pudo terminar la frase cuando sintió el frío de la muerte en su espalda y empezó a gritar como una descosida y a correr y a saltar. Yo le había metido a Pascualita, recién salida del agua. - ¡¡¡A mi abuelito no le gusta lo que ha echo, Cotilla!!! - En esos momentos, el Municipal bajaba las escaleras de cuatro en cuatro, seguido de un asustado cura que pensaba en ir a buscar un exorcista porque los alaridos que había escuchado solo podían ser demoníacos.

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