sábado, 2 de marzo de 2013



Paseando por las calles engalanadas por ser la Fiesta de la Comunidad, he visto a padres comprado cosas a sus hijos y he sentido un pellizco de envidia. La abuela tiene razón cuando dice que ya va siendo hora de que tenga un niño. Pero en los tenderetes no he visto ofertas de novios. Ni siquiera en los puestos medievales vendían esclavos entre los que pudiera elegir, siempre que el precio no fuera desorbitado, al futuro padre de mi hijo.

Así que he trasladado, mi momentáneo instinto maternal, a la sirena. Una vez tomada esta decisión debía tomar otra, no menos importante: ¿Qué le compro a ese bicho? Nada. No he visto nada que pudiera gustarle a Pascualita y eso que me lo he tomado a pecho y he dado unas cuantas vueltas a la Feria. Así que, sintiéndome derrotada, he emprendido el regreso a casa. Debo decir, aunque no sea una cosa como para estar orgullosa, que a menudo que me iba acercando me subía el ánimo. La razón era que me había ahorrado unos euros... ¡y un berrinche porque, si luego no le gusta a doña Capricho ¿qué hago?

Me he parado a saludar al señor Li  en su tienda y ¡allí estaba el regalo perfecto para una sirena solitaria y neurasténica!: Un pez que nada solo. No sé que clase de artilugio lo propulsa pero es autónomo. Y lo he comprado. Ya que no puedo tener un novio, que lo tenga ella aunque sea un fraude... ¡Le ha encantado! Lo ha mirado, tocado, movido y finalmente, ha nadado a su lado. Ha sido un espectáculo.

A la hora de comer se lo he quitado porque iba a venir la Cotilla. No le ha gustado que lo hiciera y me ha tirado agua a mala uva; afortunadamente, no me ha dado pero la abuela, tan animosa ella, me ha dicho - "Se acabó la tranquilidad para ti" - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa!... ¡Este Bárcenas es mi héroe! Ahora a denunciado (otra vez) al PP por el robo de ¡dos ordenadores! No lo achantan. Quiere sus ordenadores , caiga quien caiga. ¿Quién ha robado a Ali Babá... digo, a Bárcenas?

 Después de escuchar varios ¡¡¡CHOFS!!! misteriosos, la Cotilla ha preferido llevarse la comida a su casa. Allí no hay ánimas enfurecidas.

Ha tenido que ser la abuela quién volviera a poner el pez en el "acuario" porque a mí, Pascualita me escupe. Y encima, ahora no quiere nadar con él. Pensará que la ha dejado plantada... No sé como terminará ésto pero ya he visto como le ha enseñado los dientes de tiburón varias veces. Mientras tanto, la abuela y yo brindamos con chinchón por la tranquilidad que se respira en casa sin la Cotilla.

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