domingo, 17 de marzo de 2013

Las montañas siguen nevadas pero como el Gran Almacén ha dicho que ya es Primavera, la abuela ha guardado las estufas hasta el invierno que viene. Mientras, me muero de frío. Llevo dos pares de calcetines térmicos más unos leotardos. En cuanto al cuerpo, voy blindada y cuando me desnudo me quedo en nada. Y el fraile del tiempo no ayuda mucho, está entre Inseguro y Ventoso. Como para hacerle caso.

La Cotilla no para de traer cabos de velas que consigue en las iglesias. Los deja aquí "para no tener que subirlos a casa" dice. ¡Pero si tenemos ascensor! Aquí hay gato encerrado.

Estoy aburrida. Los periódicos no traen nada nuevo: corrupción (de unos u otros, al fin y al cabo es lo mismo) protestas (ya me he perdido entre tanto personal cabreado) mentiras (ya cansan) Así que voy a ponerme el delantal de plástico y pondré a Pascualita a hacer ejercicio. A ver si consigue eliminar esas lorzas que la afean aún más. Y mira que es difícil.

En cuanto me siento en la cocina a comer la sirena no tarda ni medio segundo en aparecer y sentarse en el borde del "acuario" Entonces empieza el ejercicio. Al palo de la escoba le he puesto un cordel y ato una rosquilla. La coloco a su alcance pero no dejo que la coja. Pascualita levanta y baja los brazos siguiendo la trayectoria de la golosina hasta que se cabrea y me escupe agua en el ojo, por eso llevo puestas las gafas de sol. Luego engancho una sardina. Pascualita salta a por ella y nada todo lo que sus carnes le dejan, tampoco ahí se lleva el premio. Cuando se cansa se esconde en el barco hundido y se echa una siesta. Pero hoy está enfadada. No le gusta que le tomen el pelo.Ella no entiende de dietas ni ejercicios para adelgazar. Si ve comida se la quiere comer. Así que tengo que andar con cuidado porque hoy ha intentado morderme. Harta ya de perseguir a la sardina ha ideado una estratagema para despistarme: se ha sumergido a coger una copiña y la ha tirado al suelo. Eso me ha cogido desprevenida un segundo, que ha sido el que ha aprovechado ella para saltarme a la cara. Menos mal que, en ese momento, la abuela me ha llamado desde el comedor y me he girado para contestarle pero no he podido evitar que se enredara en mi pelo y liara la de San Quintín. Aún me duele la cabeza y sigo sin poder peinarme. Ahora tengo un estropajo por pelo ¡que horror! Tendré que pelarme al cero.

Pero la abuela está orgullosa y feliz de ver lo lista que es su amiga.- "¡Te da sopas con honda con lo chiquitina que es mi Pascualita!" - ¡Y encima me llama tonta!

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