domingo, 10 de marzo de 2013

La Cotilla no nos habla. Que mujer más rara, no sabe aguantar una broma. En cambio la abuela se parte de risa cuando recuerda el episodio. - "Jajajajajaja. Es que aún veo la cara que puso cuando dio el primer trago, jajajajaja" - Creo que te pasaste un poco. - "¡Que va! Cuando lo conté en El Funeral fue muy divertido,  sobre todo la salida de Conchi que me dijo: tendrías que haber puesto una guinda en la copa jajajaja ¿te imaginas? ¡Una guinda con aceite de hígado de bacalao!"

Pascualita está asombrada. No le quita ojo a su amiga. Al principio le debió parecer que discutíamos y yo me puse las gafas de sol por si acaso. Ahora nos mira con curiosidad. Debe pensar que estamos locas.

De repente ha saltado a la mesa de la cocina y ha reptado hasta Pepe. Le comenté a la abuela las libertades que se está tomando la sirena y me contestó que, siendo como es, de la familia, Pascualita puede ir a donde le de la gana. Yo lo decía porque cualquier día puede estar arrastrándose por el suelo y si no la vemos, podemos pisarla y ¡adiós Madrid!. La abuela estuvo reconsiderando esta posibilidad y ha encontrado una solución: ponerle un cascabel al cuello.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! - ¡Hombre, la hija pródiga! - Eso lo serás tú. Yo vengo a ver qué hay de comer. - "¿No nos hablas y quieres que te invitemos?" - Que tendrá que ver la velocidad con el tocino... Espero que no sea nada contundente porque tengo el estómago revuelto. - ¿Aún? - De pequeña quedé saturada de esa porquería. Mi madre me lo daba todos los veranos. - "Hay fabada" - ¿Fabada? ¡Yo no puedo comer eso... - "Pues ves a preguntar en el comedor social" - Bueeeeeeeeno, comeré fabada, no creo que me pase nada. - Como que no, se le irá el hambre jejejeje

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