sábado, 23 de febrero de 2013

Todo el día está la abuela zascandileando por la ciudad y eso que hace un frío que pela. De buena mañana ha salido del brazo de la Cotilla y con Pascualita colgada del cuello, camino de los Juzgados. Iba tan abrigada que temo por la sirena, lo mismo se deshidrata de calor.

Llevaba una bolsa con bocadillos, agua, un megáfono, pastillas Juanola por si le daba carraspera, un pañuelo blanco para pedir la oreja de Urdangarín (eso ha dicho)y varios tapers llenos de croquetas de repuesto por si a Blas se le acaban las que se ha llevado muy temprano de casa.

Alguien ha dicho que había 100 policías pero, otro más exagerado, ha dicho que 200. A ver lo que dice la abuela porque, a la hora de exagerar no se queda corta. A pesar de la policía, ha podido dedicarle al duque consorte todas las lindezas que se le han ocurrido.

Han vuelto a casa cuando yo ya había comido. ¡Y que bien me ha sentado! porque estaba sola con Pepe y el pobre no da un ruido. Ni siquiera he puesto la tele.

Han entrado como un elefante en una cacharrería. Charlando por los codos y empujándose por el pasillo. Venían muertas de hambre - "¡Es la última vez que vamos juntas! Se ha pasado la mayor parte del tiempo limpiando bolsillos ¡incluso de los periodistas conocidos!" - Es que no los reconocía. Menudo cambio. Eran más bajos, más gordos... menos "cosa" ¡Que chasco! y encima estúpidos porque los he saludado como a viejos amigos... - Si no la conocen. - ¡Pero están todo el día en casa! - Pero ellos no nos ven. -¡Muchos humos tienen esos y esas! Así que no he hecho distingos, al fin y al cabo tengo unos gastos que cubrir. - ¿Les ha robado delante de tanta policía? - "¡Ya los policías también! Aprovechaba cuando compraban croquetas a Blas, por cierto, ¡que éxito han tenido las croquetas!"


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