viernes, 15 de febrero de 2013

No hemos dormido esta noche, ni siquiera Pepe que lleva años con los ojos cosidos, porque la abuela, que se ha levantado un montón de veces durante la noche, lo cogía y lo tiraba al aire como una pelota. Menos mal que el pobre es muy sufrido y no se ha quejado.

A las 6,30 ya estábamos en pie. Al sentarnos a desayunar la abuela se ha derrumbado. Me ha dado pena y he intentado hablar de cosa intrascendentes pero se ha levantado, furiosa - "¡Calla, que eres más pesada de que una vaca en brazos!" - Y me ha dado por pensar si estaría tan mal si quién se hubiese perdido, fuera yo... - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! He visto luz en vuestra cocina y vengo a ver qué pasa. - "Anda, Cotilla, coge el portante y desparece que ya bastante hiciste ayer"

Cogimos el primer autobús que salió, camino del Castillo de Bellver. Las puertas del bosque estaban cerradas porque aún era de noche. - Abuela ¿a qué vino la discusión en la Torre del Homenaje? - "Allí estaba el guardia disfrazado de antiguo al que Pascualita... ¡ay, pobrecita mía!... atacó. La Cotilla debió sentir  en sus venas, la llamada lejana, de la Primavera ante la visión de la cota de malla, que por cierto, le sentaba muy bien al hombre. Le vio sudar y no se le ocurrió otra cosa que arrancarme el termo del cuello para darle de beber. De un manotazo se lo quité y ella se revolvió y me insultó, yo la insulté más y la cosa subió de tono. Entre tanto, el termo iba de una a otra, hasta que la tapa, que estaba suelta, no tardó en soltarse. En ese momento el guardia se había acercado a nosotras, supongo que para poner paz y asustado por si nos caíamos Torre del Homenaje abajo.

Pascualita estaba mareada con tanto meneo y lo último que quería era estar confinada en el termo así que se impulsó con la cola y fue a parar al rostro del soldado. Ya te puedes imaginar lo que hizo. Se agarró con los dientes donde pudo para no caer. El hombre daba manotazos para quitársela de encima y cuanto más golpes le daba a Pascualita, más atacaba ella. La Cotilla, pensando que era un alma del Purgatorio traída de nuestra casa, cogió a la sirena por la cola y según nos ha contado, la tiró"

En cuanto abrieron las puertas subimos lo más deprisa que pudimos hasta llegar sin resuello al pie del Castillo. Una vez dentro nos dirigimos al foso, bajo la Torre. Acabamos con los ojos cansados y doloridos, de tanto forzarlos. Pascualita es muy pequeña y el foso, hondo y antiguo, con maleza entre algunas de sus piedras. Sería difícil encontrarla, eso si no se la habían comido las ratas, o las gaviotas, los halcones o cualquier otro pájaro. También cabía la posibilidad de que se hubiese estrellado contra el suelo o que hubiese muerto deshidratada... En fín, ninguno de estos pensamientos era positivo.

El portero se acercó, intrigado. - Llevan una hora mirando el foso ¿no les interesa el resto del Castillo? Es muy interesante. - "Verá, es que ayer se me cayó algo aquí y me gustaría encontrarlo" -  Una hora más tarde ya habíamos perdido la esperanza y la abuela juraba en arameo - "La mataré. Juro que la mataré" - Quise creer que hablaba de la Cotilla. De repente algo llamó mi atención. Unos pequeños helechos sujetos a una de las piedras de más abajo, se movían frenéticamente. La cola de una lagartija se sacudió en el aire - ¡Un dragón. Que asco!... ¡Mira, abuela! ¿No es esa la cola de Pascualita?

Con ayuda del portero y una cuerda larguísima, conseguimos bajar la garrafa de agua de mar que llevábamos. Cuando se paró delante de los helechos Pascualita saltó dentro. Había que ver la cara de asco que puso el hombre cuando vio lo que habíamos "pescado" - ¿Eso qué es? - También a mi se me revolvieron las tripas porque la sirena llevaba en la boca restos del dragón.

Al llegar a casa me negué a tocarla. - Esta tía a vivido gracias a comer lagartijas ¡mira que tripa más hinchada tiene! ¡Aaaaaaaaaaaaggggggggghhhhhhhhhhh Que no se me acerque! - "Venga tonta. Toma un chinchón que nos lo hemos ganado... ¿Le das unas gotitas a la sirena? jejejejeje"

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