viernes, 8 de febrero de 2013

La abuela lleva unos días rumiando algo. Está nerviosa y se enfada por cualquier cosa. He estado pendiente de sus conversaciones con Pascualita para ver si podía sacar alguna conclusión pero no ha habido suerte, así que he decidido coger el rábano por las hojas - ¿Qué te pasa? - "¿Por qué?" - Estás rara. - "Más rara estás tú y no te digo nada!" - Me ha cortado el rollo y me he ido a dar una vuelta.

Antes de comer ha venido la Cotilla, gritando, como siempre - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! ¿Qué dicen hoy las noticias? - "La Cotilla eres tú, así que tú sabrás" - ¿Qué te ha hecho tu nieta para que estés tan desagradable? -  "¡Que manía! no me pasa nada, no me han hecho nada!... lo cual no quiere decir que no me lo quieran hacer... ¿Has visto a ese chino ¿o era japonés? No sé, pero tenía los ojos así. Era de por allí. Ha instado a los viejos a que se den prisa en morirse porque son un gasto muy grande para su País. Me los imagino corriendo por las calles hasta llegar a unas enormes colas que avanzan rápidamente hasta el borde de una gran boca que se los va tragando a medida que caen en ella" - ¡¡¡Lagarto, lagarto!!!... Lo que no entiendo es tu preocupación por eso ¡Nosotras aún no somos viejas! Y yo menos que tú, Matusalen jejejeje - "¿A qué te quedas sin comer?" - No hagas bromas con eso.

Antes de sentarnos a la mesa llamaron a la puerta. Allí estaba el señor Li y su visita no podía ser menos inoportuna. Le indiqué que pasara al comedor. En cuanto la abuela lo vio, salió corriendo hacia la cocina. A el se le alegraron las pajarillas porque pensó que lo invitaba a comer e iba a por su cubierto. Desde que vive en España le encantan los potajes y hoy había uno en casa de judías con chorizo para chuparse los dedos.

Antes de que hubiese tomado asiento, la abuela ya estaba de vuelta pero no traía nada en las manos. El señor Li, la Cotilla y yo nos miramos, desconcertados. Entonces él se dio cuenta de que había metido la pata  porque, realmente, nadie le había dicho nada. De repente dio un grito desgarrador. Ese tipo de grito que yo conocía muy bien... ¿Le había mordido Pascualita?... ¿Pero... pero... cómo... y por qué? - La Cotilla corrió corriendo pasillo arriba, gritando - ¡¡¡Ánimas del Purgatorio. Yo no he hecho nadaaaaaaaaa!!! y salió dando un portazo. La abuela miraba al chino dar saltos mortales, desesperado de dolo. Y yo era incapaz de ver a la sirena - ¡¿Dónde está?! - grité.

Más tarde, sentadas tranquilamente ante unas tazas de humeante café y con una copa de chinchón en la mano, la abuela me contó que había tenido un impulso repentino al ver llegar al señor Li - "Pensé que venía a decirme ¡Dese prisa en morir porque le sale muy cara al País y la Ministra necesita el dinero para comprar confetti!" -  ¿Y dónde le metiste a Pascualita? - "Dentro del pantalón... ¿qué pasa?... por lo menos podrá presumir, durante unos días, de paquete jajajajajajajaja" - ¡Que abuela tengo!


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