sábado, 2 de febrero de 2013

Hace unos días que no hemos visto a la Cotilla y eso nos ha dado qué pensar. He subido a su casa y olido su puerta. He llamado a la puerta vecina para preguntar si algo olía mal. Y me han dado con la puerta en las narices mientras decían. ¡Idiota!... Bueno, no sería la primera vez que alguien se muere en su casa y los vecinos no se enteran hasta que han pasado veinte años. Y luego siempre sale por la tele alguien que dice: ¿Se murió? Vaya, pues siempre pensé que era una persona muy despreocupada, que dejaba que el correo y la propaganda se amontonaran bajo su buzón de correos.

En vista del éxito dejé que el tiempo pusiera a cada uno en su sitio y si tenían que venir la policía y los bomberos, procuraría aprovechar la circunstancia para intentar ligar. Como dice la abuela, si no me espabilo se me pasará el arroz.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! - ¡Vaya, la hija pródiga! - ¡Eso lo será tu padre, boba de Coria!... Ay, vengo reventada... Dame un chinchón, a ver si me repongo. - "¿Dónde has estado?" - En la Residencia que te dije. ¡Que cosa más bonitaaaaaa! ¡Hasta tienen piscina! -"¿Y a ti qué más te da, si no sabes nadar?... ¿Te han echado?" - No les ha dado tiempo porque llegué en el momento en que se mudaban.. Como no reunía los requisitos para que me admitieran, me colé por la puerta de atrás que estaba abierta. Alguien que  me vio pasear por allí, me agarró, me soltó una bronca (lo supongo por los modos porque no tengo ni idea de lo que decían) me llevó a una habitación y me acostó. Y estuve como una reina - "Entonces... ¿qué haces aquí?" - Tuve que irme porque, a la hora de desayunar, fue un desastre. Todo estaba frío y digo yo, ya que pago... - "¿Pagaste?" - Es una manera de hablar, mujer... ya que pago, que me lo den calentito. Así que me fui... Para mí que habían desmantelado el lugar. Estaba todo manga por hombro y faltaban muchas cosas. Así que cogí la puerta y puse tierra de por medio. Si allí faltaba algo no me lo había llevado yo pero como la fama me precede...

Rajoy iba a hablar (o no) de los dichosos sobres de dinero, así que las cuatro nos sentamos delante de la tele y matamos el tiempo de duda (¿sale o no sale?... ¿sale? ... No, no sale... ¡Sí, si sale!) tomando unas copitas de chinchón. La abuela llevaba a Pascualita de broche y de tanto en tanto, mojaba el dedo en el licor y lo acercaba a la boca de la sirena que lo lamía con placer.

Cuando todo hubo terminado nos miramos asombradas y nos fuimos a comer. Solo a los postres la Cotilla preguntó lo que todos pensabámos: - "¿Pondríais el dinero negro en la Declaración de la Renta?" - Y estallamos de risa ¡¡¡Jajajajajajajajajaja!!!

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