lunes, 14 de enero de 2013

La abuela me ha dicho que invite a mi novio a comer para charlar y conocerlo mejor, cosa que no me ha parecido mal. Cuando se lo he propuesto a él se ha mostrado encantado y ha querido participar llevando el pescado.

Como la Cotilla es el perejil de todas las salsas, se ha autoinvitado y ha dicho que cooperará trayendo un bote de aceitunas que abrió este verano - ¿No querréis que lo tire? No están los tiempos para eso. - Así que este mediodía nos hemos reunidos unos cuantos al rededor de la mesa: nosotras tres, Andresito, el señor Li (¿?) (¿qué pinta aquí? le he preguntado con discrección a la abuela) y me ha dicho que lo ha invitado la Cotilla para no ser la única que va desparejada.

Cuando he llegado a casa, Gabriel ya estaba allí. - "Lo tengo en la cocina limpiando sardinas" - Menudo novio te has buscado ¡sardinas! con lo que se repiten (se quejó la vecina) - Así tendrá la sensación de estar todo el día comiendo, pesada. - ¡Lo que tendría que haber echo es traerse un par de merluzas si quería quedar bien! - Nunca quedará tan bien como usted con sus aceitunas embalsamadas... lo digo por el tiempo que llevan muertas de risa en su nevera. - ¡Que cruz tienes con ésta nieta!

Andresito no estaba muy contento. El creía que su hijo y yo llegaríamos a buen puerto. Solo me dijo - ¡Que feo es el jodío! . El señor Li trajo bocaditos de pescado crudo, muy bien presentado. De repente, me di cuenta de que toda la casa olía a pescado y me acordé de Pascualita. Miré en su "acuario" rosa y no la vi. Busqué en derredor y nada. Finalmente me fijé en Pepe y allí estaba, enroscada a la cabeza jibarizada. Sus ojos bizqueaba, quizás pensando en el opíparo banquete que iba a darse. Cogí el guante de acero, porque desde que la vi en pleno ataque a los tiburones, no me fío un pelo de ella. Cuando la tenía en la mano apareció el señor Li camino de la cocina. - ¿Qué tenel ahí?... ¿sel gamba golda? - ¡No, no!. No es nada jejejeje -

Metí a Pascualita en mi bolsillo y fui a ver a mi novio que estaba en su salsa desescamando y destripando sardinas - ¡Hola, amor! - le dije y me saltó una escama en un ojo. El señor Li se acercó a socorrerme y aprovechó para susurrarme - ¡Que feo es el jodío!

Al tratar de aliviarme el ojo descuidé a Pascualita quien no necesitó más que un movimiento de su cola para lanzarse sobre el pelo de Gabriel. Lo mordía, lo chupaba, lo estiraba y yo no podía cogerla con tanta gente delante - ¿Qué me ha caído en la cabeza, nena? - ¡¡¡Un bicho!!! - gritó la Cotilla - ¡Quitamelo, que me dan mucho asco! - No sel bicho, sel gamba golda ¡¡¡Yo cogel!!! - Pero la abuela llegó antes. Le dio una patada en la espinilla al chino y lo dejó fuera de combate, momento que aproveché para darle un fuerte tirón a la sirena y arrancarla junto con un buen montón de pelo. Cuando me volví a mirar el estropicio, mi novio tenía una tonsura en la coronilla como los curas antiguos. Menuda escandalera montó el hombre.

La abuela empezó a repartir chinchón para calmar los ánimos pero no le salió bien la jugada. Cada vez había más gritos, la Cotilla diciendo: ¡La casa está infestada de bichos! desde el balcón a todo el que pasaba por la calle. El señor Li : ¡¡¡Yo quelel gamba golda!!! . Mi novio se me quejaba amargamente: ¡Estás loca, me has dejado sin peloooooo! -

El Municipal se acercó al ver el tumulto que había en la calle pero, en cuanto se dio cuenta, de que procedía de mi casa, salió huyendo como alma que lleva el diablo. Mientras, Pascualita había vuelto a las andadas y se había escapado. La abuela la vio subiendo por la espalda de Andresito - ¡Solo tu sabes rascarme la espalda, cariño! - dijo pensando que era su novia quien le hacía cosquillas, le sacó de su error un feroz mordisco en la oreja e inició el consabido baile de saltos, gritos, lloros y carreras. Entonces la abuela y yo nos miramos, ella arrancó a la sirena de su asidero y metiéndosela en el escote (¡que valiente!) nos fuimos a dar un paseo y los dejamos a todos encerrados en aquella jaula de grillos en que se había convertido el piso.

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