viernes, 18 de enero de 2013

El día ha ido tranquilo hasta la hora de comer, cuando la Cotilla se ha presentado y se ha sentado en su silla. - ¿Va a comer aquí? - ¡Fues, flafo! - ¿Qué dice? - Fue foy a fomer - ¡Huy, que graciosa... por cierto, vaya labios más sugerentes. ¿Ya ha encontrado algún perrito que le ladre? - ¡¡¡Fus fuerfos!!! - Desde el ataque que sufrió a manos de Pascualita, la vecina no venía por casa porque, ni podía hablar, ni podía comer. Tiene unos morros como de aquí a Roma y ¡negros! a causa del morado que luce. Para animarla le dije que, si le preguntan, puede decir que es punkie.

 La abuela, al sentarse a la mesa llevaba a Pascualita en el pelo. ¡Cómo le gusta provocar! En vista de que la conversación era nula, puse la televisión para oír ruido pero sin prestarle atención porque no quiero malas digestiones. Comía pensando en las musarañas cuando la Cotilla se ha puesto hecha una fiera - ¡Fentifofos, ladfofes. Afí fefienten... Fon la defonra de la pfofesión. ¡¡¡Fretinos!!! - ¿Pero qué dice esta loca!

La abuela, muy pausada se dirigió a ella - "Espero que no te estarás metiendo con mi nieta... porque para eso me basto y me sobro, yo" - No, no. Fon eftof... - señaló la pantalla. Allí estaba Lance Armstrom diciendo que era un mentiroso, un ladrón, un tramposo y no sé cuantas lindezas más y quedándose tan pancho, el tío. Luego salió el tal Barcenas, del PP, que había tenido en una cuenta de Suiza ¡22 millones de euros! que no se sabe, aunque se imagina, de dónde salieron. Por eso estaba indignada la Cotilla. Ella que también es de la misma profesión, se dedica a robar pijadas para poder llegar a fin de mes. Coge solo lo que necesita. Pero esos tipos son harina de otro costal, la vergüenza de los ladrones honrados - ¡Fue los enfierren!. - Debió notar que alguien la miraba y poco después sus ojos se cruzaron con la mirada diabólica de Pascualita. Dio un grito que me heló la sangre ¡¡¡Un áfima en fena!!! Y la sirena actuó, pero no sobre la Cotilla sino contra la pantalla de la tele que había exasperado, también, a la abuela. Menudo rifirrafe tuvo con el cristal.

Después del café (la Cotilla tomó tila) le hicimos los honores a la botella de chinchón. La vecina estaba convencida de que las ánimas seguían en mi casa y se le aparecían para llevársela con ellos. Naturalmente, nosotras no la sacamos de su error y, unas copas más tardes, empezó a ver con buenos ojos que los fantasmas fueran a saludarla.- Me daif enfidia. ¿Fuedo llefarme una a mi cafa? Así no eftaría tan fola... ¡hip!    

No hay comentarios:

Publicar un comentario