viernes, 4 de enero de 2013

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa! No he podido dormir en toda la noche, pensando... - "Como no estás acostumbrada" - ... que, si la dentadura es de Pepe, tendré que devolvérsela. - "No parece que le haga mucha falta" - Eso creo yo porque, a ver... (se ha sacado los dientes que, aunque los ha lavado con lejía, siguen teniendo un color de ala de mosca que no invita a ponérselos) ¡Menos mal! ¡Le están grandes! - "Es que los jíbaros, después de decapitarle, redujeron un montón su cabeza que quedó así de pequeñita, como para un llavero" - Si no se la llegan a cortar hubiese quedado raro: un cuerpo normal con la cabeza  como una pelota de tenis... aunque podría haber  hecho fortuna trabajando en publicidad o películas de ciencia ficción. - A mi ya me estaba cargando ésta mujer - ¡Pepe entero o partido, no podría trabajar nunca más! - ¡Claro! ... porque era misionero (y eso que aún no había probado el chinchón)

La abuela, Pascualita y yo hemos ido hasta el Ayuntamiento a echar la Carta al Buzón Real que está en el zaguán. El termo iba un poco abierto para que la sirena no se perdiera la ilusión que estos días brilla en los ojos de los niños. Por todas partes se oían gritos exaltados diciendo ¡¡¡QUIERO. QUIERO. QUIERO!!! y voces de madres, padres y abuelos al borde de la histeria: ¡¡¡SI NO ERES BUENO, NO!!!

- "¡Ay! Acabo de recordar que Pascualita no tiene zapatos para dejarlos junto al balcón" - ¡Abuelaaaaa! - "El ritual es el ritual... Le haré unos patucos" - ¡Y le dejarán un chupete! jajajajaja - Al llegar al Ayuntamiento tuvimos que hacer un rato de cola para poder echar la carta. Un niño nos soltó - ¿No tenéis niños? - La abuela le dijo: - "Tenemos dos. Mi bisnieto, que aún no ha nacido y una pequeñaja" - ¡Es muy fea!... ¡¡¡MAMÁ!!! ¡¡¡Hay un bicho!!! - Acababa de descubrir a Pascualita. Se armó un revuelo. La mujer gritó como si hubiese visto un ratón. Las demás la imitaron y empezaron las carreras. El niño se agarró a la chaqueta de la abuela, gritando: - ¡¡¡LO QUIERO, LO QUIERO!!! - Para separarlo, la abuela le dio un pescozón y el otro berreó como si lo estuvieran matando. Los municipales intentaban poner paz a tanto alboroto sin conseguir gran cosa. - ¡Busquemos a Bedulio! (grité yo) - Pero el Municipal, que nos había visto, daba media vuelta para escapar de nosotras. Una mano poderosa se posó sobre mi hombro - ¿Qué pasa aquí? - Era ¡El Alcalde! - "¿Mateo? (dijo la abuela, obnubilada, e inesperadamente, arremetió contra
él ) ¡Que sepas que, como todos los Pinochos, recibirás carbón! ¡Montañas de carbón!... (luego tirando de mi, salimos a la calle y aún le dio tiempo de ver escaquearse a...- ¡¡¡Feliz año, Bedulio!!!.  ¡¡¡En el bar te dejo pagado un chinchón!!!  

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