lunes, 10 de diciembre de 2012

Mientra comíamos y comentábamos la incidencias del día anterior, sonó, insistentemente, el timbre de la puerta. Enfadada, la abuela se levantó diciendo: - "¡Se va a enterar el gracioso!" - Una retahíla de insultos fue con lo que se encontraron los policías que venían a casa. Ni que decir tiene que no les hizo ninguna gracias y en cuanto entraron, se lo dijeron - "Menos gracia me hace a mí que os quedéis con el dedo pegado al timbre ¡¡¡Una buena descarga eléctrica os tendría que haber dado!!!

A pesar de que venían a trabajar ella les dijo que, hasta que no hubiesen terminado de comer, recoger la cocina y tomar el café, no iba a poder atenderlos. Ella era una persona muy mayor, acostumbrada a una rutina que no tenía por qué romper. Así que, una de dos, o aceptaban o... puerta. Mientras los policías y yo no salíamos de nuestro asombro, la Cotilla y ella seguían con sus comentarios, sus quejas y sus risas. Y cuando, finalmente, degustaron la primera copa de chinchón, les dijo - "¿Y qué os trae por aquí?" - Antes de que pudieran contestar ya les había servido otro café y otra copa de licor - "Bueno... Preguntad lo que sea que dentro de un rato tengo que irme...Tengo una vida social que atender y un novio que vendrá a recogerme dentro de dos horas y para entonces ya tengo que estar arreglada.

- Queremos saber qué medicación le dio a su marido para "fortalecerlo" - "Ya os dije que no me acuerdo... he intentado hacer memoria pero, nada... ¿Te acuerdas tú, Cotilla?" - No... de lo que sí me acuerdo es de lo contento que estaba al día siguiente de su "heroicidad" jajajajaja  Presumía como un pavo real. Hacía tanto tiempo que el pobre no había tenido un alzamiento de bandera como aquel. - "Es verdad. Se puso pesadísimo con eso y todo su afán era tomar más "vitaminas"... ¿Por qué no exhuman el cadáver y averiguan qué tomó?" - ¡No pueden hacer eso! grito la Cotilla, horrorizada - ¿Por qué no? - preguntó uno de los policías, intrigado. - Porque su espíritu podría enfadarse y lo que os ocurrió el otro día no sería nada comparado con lo que podría pasar - ¡Usted tiene miedo de que descubramos lo que le dio al pobre hombre! - El policía la acusaba y a mi se me puso la carne de gallina ¿debía consentir que se profanaran los huesos del abuelito? ¿Y si no encontraban ninguna sustancia asesina? Por otra parte... ¿Debía dejar que sus asesinas se fueran de rositas? ¿Me lo perdonaría el abuelito alguna vez? Solo me faltaba que me saliera su fantasma por las noches... ¡Ay! no sabía qué hacer...

La abuela fue a su cuarto y al cabo de un rato salió arreglada y perfumada, dando por finalizado el interrogatorio - "¡Hala! Ahí os quedáis... Me llevo a quién ya sabes" (esto me lo dijo a mi mientras se colgaba el termo del cuello)  Y salió, taconeando, de casa mientras los policías la vieron marcha, boquiabiertos. La Cotilla, supongo que para llamar la atención de los dos hombres y rezumando mala baba y curiosidad malsana, pinchó - Yo que vosotros, miraría en ese termo. Nunca se separa de él y no me ha enseñado lo que guarda... ¿serán las cenizas de su marido? - (¡Las cenizas del abuelito!) pensé durante unos segundos, influenciada por la puñetera vecina... (¡Seré tonta! ¡Si es Pascualita!)

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