domingo, 23 de diciembre de 2012

La Navidad en mi casa va entrando por etapas: cada día se pone alguna cosa hasta que, por fin, llega el día 22 de diciembre, los Niños de San Ildefonso nos hacen la Pascua con el Gordo y entramos en el solsticio de invierno. Es el pistoletazo de salida para que salgan a la luz las cajas que llevan guardadas un año en el trastero y al abrirlas brillan las bolas de colores, las cintas y los pequeños juguetes que se colgarán en el Árbol durante quince o veinte días.

Nunca hemos tenido una Estrella como Dios manda, es decir, en plan cometa Halley. No nos acordamos hasta que tenemos que ponerla en su sitio, entonces recurrimos a cualquier cosa estrambótica que tenemos a mano. Este año la abuela ha colocado, como remate del Árbol, a Pepe envuelto en papel albal y rodeado de espumillón. ¿Qué hace una cabeza humana cortada, reducida por los jíbaros vaya usted a saber cuándo, en plan Estrella de Belén?: el ridículo. Y menos mal que no habla y no puede quejarse.

La que sí se queja es Pascualita. No quiere pasarse el día tumbada en el pesebre. La abuela no le hace caso y eso que yo intento razonar con ella diciéndole que la sirena no tiene porqué conocer la historia de la Navidad. Quizás ni siquiera es de ésta religión... puede que no tenga ninguna. Del fondo del mar solamente conocemos a Neptuno y no es muy místico el hombre - "¡Me da igual! He dicho que hace de Niño y de aquí no se mueve" - Me tienes asombrada porque creía que eras atea. - "¿Quién te ha dicho que no lo soy? ¡Atea y muy atea!" - Entonces ¿a qué viene el Belén? - "¿Qué tendrá que ver la velocidad con el tocino? Es Navidad ¿no? pues hay que seguir la tradición.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¿Ya has montado el Árbol?..¿Es una alcachofa lo que le has puesto en todo lo alto? - "¿Cómo voy a poner una alcachofa, mujer? Es Pepe" - ¡Ay, que asco! Prefería la alcachofa... Ahora vendrá el Señor Li. Le he dicho que has montado ya las cosas de Navidad y quiere verlo... Mira que es feo el Niño este. Tendría que haberle dicho que te trajera uno de su tienda, son más apañados... ¿De dónde lo has sacado?... (la Cotilla arrimó su cara a Pascualita hasta casi rozarla con su naríz. ¡Ay, ay, ay. pensaba yo y me fui a por la botella de cinchón por si fuera necesario emborracharla en caso de un ataque) 

Poco después llegó el Señor Li. El también se paró ante el Portal y pareció recordar algo - "Esto" (dijo señalando al Niño) ¡sel gamba!... ¡Abuela ¿pol qué ponel gamba aquí? Estlopeal y yo no podel comel-la - La Cotilla se acercó rápida. - ¡Lo que me faltaba por oír! El descreído éste quiere comérselo ¡Ni se le ocurra! - ¡Otra que va presumiendo de atea!...  Empezó un tira y afloja a tres: la abuela, la Cotilla y el Señor Li,. Cada uno tirando por turnos de Pascualita. Pensé  en intervenir para no verla dividida en tres pedazos pero antes fui a buscar el guante de acero que no estaba el horno para bollos. Cuando volví, los gritos y lamentos me avisaron de que la sirena no necesita que la defienda, se basta ella sola. El trío atacante había sido vencido por los dientecitos de tiburón que repartieron estopa a diestro y siniestro. Dejé a los heridos lamentándose y bebiendo chinchón mientras, Pascualita y yo brindábamos, con una copita que nos habíamos agenciado,  por su victoria.

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