sábado, 29 de diciembre de 2012

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¡Ay, aún me río al pensar en la cara de tonta que se le quedó a tu nieta. Hay que ser corta para creerse la comedia que montamos jajajajajajajaja... - Dudo que fuera una comedia, cada vez estoy más convencida de que, entre usted y la abuela, se cargaron al abuelito. - "Anda, déjalo ya. Me tienes mareada con tus sospechas y tus preguntas. Te he dicho mil veces que el pobre se murió porque le había llegado la hora" - Pues yo creo que... - "¡¡¡Cállate la boca!!!"

La Cotilla había desaparecido sin que nos diésemos cuenta - "¿Dónde está?" - No sé... ¡Pascualita! ¿La habrá descubierto? - Corrimos a la cocina y allí estaba la vecina, con la nevera abierta y comiendo a dos carrillos. - ¡Se está comiendo las uvas de Nochevieja!  - Están buenísimas... hum, hum, riquísimas... - "¿No puedes esperar dos días?" - El refrán dice que no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy y eso hago. ¿Yo que sé dónde estaré el lunes?

Al oír voces, Pascualita salió a la superficie e, impulsándose con la cola, se sentó en el borde del "acuario". Desde allí vio nuestra discusión con la vecina pero como la más alterada era yo, no hizo mención de defenderme. Pensó que todo estaba bien y se zambulló dando un salto mortal hacia atrás con tirabuzón y entró en el agua limpiamente por lo que apenas se oyó el chapoteo. Pero no acabó aquí la cosa y repitió la acción varias veces dejando a parte la discrección y pasó a tirarse en plancha y salpicandolo todo de  agua. La Cotilla, enfrascada en asuntos de comida, no se enteró hasta que cayeron unas gotas en su brazo. - ¿Tienes goteras? - "¿Cómo voy a tenerlas con 6 pisos encima? Además, mira que sol hace" - ¿Cómo explicas esto? (preguntó a la abuela señalandole las gotas) - "Hay cosas que son inexplicables" - El chapoteo continuaba y yo estaba de los nervios, así que cuando vi acercarse a la Cotilla a la bañera rosa, la cogí y vacié de golpe su contenido en el fregadero. Pascualita se dio un buen testarazo y para rematar la jugada, el barco hundido cayó sobre ella,  magullandola. Inmediatamente extendí un mantel sobre todo aquello y me quedé como si tal cosa.

La abuela me taladró con la mirada pero no dijo nada y se llevó a la Cotilla en busca del chinchón para desviar su atención. Al apartar la tela y me asusté. Pascualita estaba atontada, con los ojos bailando en sus órbitas, la lengua colgaba lacia. ¡Que visión tan horrible! Suya sería la culpa si tenía pesadillas esa noche. Me puse el guante de acero y le puse unas gotas de chinchón en los labios... poco a poco fue volviendo en sí y estabilizando la visión. Luego me miró fijamente,  pareció recordar algo y sin previo aviso, saltó y se enganchó a una de mis orejas. El mordisco, muy doloroso, me hizo llorar, saltar, brincar pero no dejé escapar ningún grito. No podía, estando en casa la Cotilla. Cuando conseguí arrancármela la cogí de los cuatro pelos asquerosos que tiene y fui al baño para echarla al wáter y tirar luego de la cadena.

La abuela me disuadió de ello. Se fijó en mi oreja hinchada y dejando a la Cotilla con la palabra en la boca y una copa de chinchón en la mano, me siguió y me dio tal pescozón que por poco se me saltan los dientes. Se metió a Pascualita en un bolsillo y volvió junto a su amiga como si no hubiera pasado nada mientras yo veía como los pajaritos volaban y piaban, a mi alrededor.



No hay comentarios:

Publicar un comentario